Más largo que una meada cuesta abajo

más largo que meadaCANARISMOS
Más largo que una meada cuesta abajo

Luis Rivero 01.04.2017 | Cultura. La Provincia-Diario de Las Palmas//
Se trata de una exclamación primordial de tal evidencia que su significación queda al alcance de todos. Esta hipérbole usada para expresar la considerable estatura de un individuo mediante la forma comparativa más largo que, en realidad funciona como construcción superlativa para enunciar que es tan alto que se sale de lo normal, que es altísimo. Es más largo que un silbido, se suele decir también.

Se utiliza aquí el término largo -por alto- casi peyorativamente, como sinónimo de larguirucho, pírgano u otros adjetivos similares que hacen alusión a una talla fuera de lo común. A menudo se usa para referirse al adolescente cuando pega un estirón casi inesperado que, obedeciendo al mandato genético, sobresale en altura entre todos sus compañeros. El tono burletero y displicente que parece arrastrar la expresión la convierte en una especie de reproche o censura grupal contra aquello que se diferencia del resto o se aparta de los cánones de lo ordinario. A fin de cuentas, la burla y el escarnio con el propósito de ridiculizar, desde viejo, han sido un modo de defensa gregario contra todo lo diverso que se sale del montón, el cual -a menudo- se muestra despiadado ante cualquier síntoma de disidencia.

El mundo rural -en estrecho contacto con la naturaleza- es propicio para el razonamiento deductivo de rigor naturalista. La locución -cuasi escatológica- observa tintes de primitivismo que deja al descubierto la animalidad como esencia más pura o primaria del ser humano. El gesto del hombre orinando en una pendiente del terreno nos precipita -como mismo se precipita el líquido vertido obedeciendo al simple principio gravitacional- hacia señas identitarias netamente irracionales. La imagen se conforma como una metáfora en miniatura del río o corriente torrencial formada por la lluvia que se abre camino salvando los vericuetos de esa microorografía representada en la cuesta, como si anhelara alcanzar la mar.

La orina guarda unas connotaciones simbólicas tan precisas como profundas. La etimología del término (del latín urina) parece derivar de la raíz sánscrita Var : uár – ur, que significa fluir, correr, líquido, lluvia. (En última instancia su nombre provendría de ur : fuego, en caldeo). Que se relaciona con el fuego de la “naturaleza inferior”, en fuerza y en virtud -como señalan algunos simbolistas-. Aquí la etimología nos lleva de nuevo a mantener ese estrecho contacto con la simbología. Y ligado a este símbolo ornamental del fuego, se conecta con la idea de superioridad. Que bien podría ser ese el sentido de libertad y poderío que transmite la visión del sujeto mientras vierte su orina desde lo alto de una cuesta y, extasiado, contempla con satisfacción la traza de la escorrentía como una obra magna. Frente a esa imagen se contrapone la de la excreción urinaria que se expele como un desecho, despectivo y residual, apremiado por la urgencia de la presión de la vejiga, y que se correspondería con la jerga con que se befa a espaldas del larguirucho: es más largo que una meada cuesta abajo.