Por la cagada se conoce al pájaro

CANARISMOS

Por la cagada se conoce al pájaro

 

©Luis Rivero / Publicado en CULTURA LA PROVINCIA/DLP

 

Entre el repertorio de expresiones escatológicas, tan comunes en el hablar isleño, destaca esta máxima de significación universal. Aunque presenta varias versiones en las islas, basadas en diferencias de orden sintáctico, todas ellas se refieren a la deposición como elemento deductivo-identificador del sujeto obrante –valga aquí la expresión–La tosquedad del dicho apunta a una sabiduría e idiolecto de origen rural que a menudo se valen, para formular sus propias sentencias, de los elementos más comunes del entorno: fauna, flora, aperos para las labores del campo, así como el mismo mobiliario doméstico y usos y costumbres de este universo rural. Imaginario que está presente en gran parte del refranero popular canario.

Nacido de la observación deductiva de este entorno, los pájaros –aquí se refiere a pájaros silvestres y no en cautividad– mostrarían, según la especie, su propia singularidad en el aspecto y apariencia de sus heces. Esta original forma de expresarlo no parece casual, sino que podría entenderse como una intención de dar un significado negativo al dicho. En definitiva viene a persuadir de que ya se conocen los defectos o vicios de alguien o que podemos conocer a una persona por el modo de comportarse o por lo que haga. Tal contenido puede deducirse por la alusión escatológica y por el uso de la voz ‘pájaro’ para referirse a un individuo. Viene a colación la expresión afín: «ese es un pájaro pinto». Ser un pájaro pinto [que es como en Canarias se denomina al jilguero] es ser un cuico, un zorro, un pillastre. Otra expresión similar es: «ya se sabe de qué pata cojea el pájaro», para significar que son de sobra conocidos los defectos de alguien.

El proverbio castellano análogo a nuestro dicho sería: «cada uno se conoce por sus obras» que a priori parece contener una significación más amplia, o acaso guarda una forma más solemne.  Este dicho aparece ya en el Quijote ( I-IV, entre otros) en otra versión conocida: «cada uno es hijo de sus obras».  Locución con la que se da a entender igualmente que son las acciones de cada uno la mejor carta de presentación. De similar valor es el dicho evangélico: «por sus frutos los conoceréis» (Mateo 7:16) que utiliza la metáfora de los frutos –las obras– como indicio para identificar el árbol –a las personas–.

La universalidad del refrán (en sus varias versiones en español) parece evidente. Esta aparente similitud entre el proverbio castellano y el dicho isleño no se explicaría –necesariamente– como un acomodo o adaptación local de un uso del español estándar, por así decirlo. Como tantos otros dichos sinónimos de idéntica significación en ambos dominios lingüísticos, pero que observan distintas variantes [piénsese por ejemplo en el «escaparse de manganilla» que se dice en el español de Canarias y el «salvarse por los pelos» del castellano] no tienen por qué ser –digo– un efecto de la traslación o de la aculturación. Puede tratarse de un modo peculiar de plasmación de un pensamiento (proverbio/expresión) que nace de manera autónoma del propio saber experimental que emana de lo universal, común a las singulares culturas.

Un sinónimo de la expresión en castellano –seguramente de una mayor fuerza lírica– dice: «por el canto se le conoce al pájaro». (Que no sólo por «la cagada»). Y es verdad. Sin embargo, el dicho isleño puede ser utilizado, eventualmente, tanto en el sentido de loar las virtudes de alguien, como mostrar sus defectos y malas acciones. La diferencia está en el toque, más que poético, de donaire y sorna en su entonación cuando se trata sobre todo de resaltar las cualidades negativas de una persona.