Vive como un cura

CANARISMOS 

Vive como un cura

Luis Rivero 10.02.2018 | Cultura La Provincia/DLP

Aunque la expresión es de uso general en castellano, se escucha muy a menudo en Canarias. El tono de donaire y burla con que se pronuncia la hacen propia de la socarronería del isleño. La locución “vivir como un cura” (o “vivir mejor que un cura”) se emplea para referirse a alguien al que le gusta vivir en la abundancia, “tratarse bien”, sin hacer demasiado esfuerzo (o “sin dar golpe”). Otra variante de este dicho es la que dice: “vivir más bien que un cura con tres parroquias” que se escucha también para decir de alguien que le gusta vivir con holgura y bienestar. Obedece esta hipérbole a un simple principio aritmético que parece razonar que si con una parroquia se puede vivir regaladamente, imagínense con tres.

La frase, cargada de ironía, actúa como un comparativo hiperbólico con sujeto elíptico que se deduce del contexto de la comunicación. Casi siempre la locución va dirigida en tono de guasa de manera directa al interlocutor presente. A veces se usa con el nexo y forma comparativa de desigualdad “mejor que” o “más bien que” en lugar de “como” para enfatizar la situación de privilegio que evidencia y se critica con chanza. En ocasiones se escucha también una forma de mayor calado semántico que actúa casi con valor superlativo. Para ello se recurre a la propia jerarquía eclesiástica como modelo de referencia, esta es: “vivir/comer como un obispo”. Lo que parece elevar la comparación a un grado superlativo.

Esta fama del clero viene de viejo. Y se remonta a los beneficios eclesiásticos de los que han gozado desde siempre la Iglesia y sus miembros. Beneficios como el cobro del diezmo, “tributo” con el que los feligreses habían de contribuir al sustento de la Iglesia y los clérigos; amén de otras rentas generadas por el ejercicio del culto, como los derechos de estola y otros emolumentos como la congrua. Si bien la propia Iglesia consideraba pecado de simonía la obtención de beneficios o prebendas por la administración de los sacramentos. No obstante, el vulgo vuelve a hacer mofa de tales costumbres con aquella otra expresión que dice: “venga el dinero por velorios, cásese el diablo con el demonio”. Expresión festiva que antiguamente se escuchaba en algunas islas y que rememora aquella vieja costumbre de las velaciones (casamientos) y otros “servicios” remunerados y el sentido pragmático del clérigo en sus menesteres. Más remotamente pueden verse como antecedentes de este carácter sinalagmático en las prestaciones “sacras” las instrucciones dadas en el libro del Deuteronomio 18. Se refiere a los sacerdotes levitas, de la tribu de Leví, de la que se dispone “que no tendrá parte alguna en la heredad de su pueblo”. Pero en contraprestación se otorga a esta casta sacerdotal el derecho a recibir “las primicias” de la tierra: del grano, del vino, del aceite, y también de la lana, de la leche y de parte de la carne del ganado sacrificado.

Hay que hacer notar que los verbos ‘vivir’ y ‘comer’ son intercambiables al arbitrio del hablante, según las circunstancias y grado de concreción en la comparación. (Así resulta, por ejemplo: “comer como un cura” o “comer mejor que un cura”, o “comer como un obispo” que se dice del amante de la buena mesa). En la periferia de ello se sitúa el antónimo de esta expresión que se suele escuchar también en Canarias: “a buen hambre no hay mal pan”. Que predica que cuando hay necesidad, no cabe una actitud exigente y no se hace ascos a ningún alimento. Pero “ningún cura se acuerda cuando fue monigote”, dice otra locución que en sentido figurado sanciona a quien en una posición jerárquicamente superior, ignora su pasado y origen, y se muestra crítico y riguroso frente a las acciones o faltas que él mismo antaño cometiera.

Y es por ello que el vulgo ha caricaturizado la imagen del clero y ha acabado por parangonarla jocosamente con alguien al que gusta vivir bien sin grandes mortificaciones, esto es, el atractivo de la vida tranquila y regalada.