Untar los bezos

CANARISMOS

Untar los bezos

Luis Rivero 24.02.2018 | Cultura La Provincia/DLP

Untarle los bezos a alguien es gratificar mediante regalo o promesa de recompensa a quien goza de una posición de poder o influencia para obtener algo a cambio. Esto es, ofrecer dádiva con el objeto de sobornar, generalmente a funcionario o miembro de una institución. No obstante el tono de burla o ironía, la locución verbal no deja de ser permisiva con el propio sistema de corrupción; aquiescencia que muestra con naturalidad, aunque sea a pequeña escala o ámbito local.

El español de Canarias conserva, como es sabido, multitud de arcaísmos del castellano. Uno de ellos es el término “besos” para designar los ‘labios’, o más exactamente, “bezos” con z como lo registra el Diccionario básico de la ACL y recoge también el DRAE. Parece tratarse de una antigualla medieval que habría subsistido hasta bien entrado el siglo XVI y terminaría implantándose en el habla isleña, conservándose hasta hoy. Si bien el seseo dominante en la mayor parte de las islas -que hacen difícilmente pronunciable esta forma arcaica- provoca que la z se transforme en s en la lengua hablada, y por ende, en algunas transcripciones. Como así la recogía Millares Cubas ya en 1925, entre otros. A veces se utiliza para referirse a los labios gruesos o ‘bembas’, americanismo con el que también se conocen en Canarias a los labios abultados y exuberantes. El origen de la voz “bezos” parece apuntar a la metonimia que toma esta placentera función para referirse al órgano (los labios). Son comunes en este sentido las expresiones: “dar por los bezos” a alguien que significa darle de merecer, provocar adrede envidia o ‘rasquera’; o “cogerle los bezos” que es propinarle una buena paliza, sobre todo dejándole señales visibles en el rostro. Frente a la connotación negativa de estas dos expresiones, el “untar los bezos” posee un valor neutro; ni sanciona ni reprocha, sino que parece advertirlo como una práctica normalizada que acaso expresa en tono de sorna [“a ese hay que untarle los bezos si quieres que los papeles salgan rápido”].

“Untar”, por su parte, viene a significar aquí lubricar la boca, los labios, con algo dulce o un elixir agradable de sabor para predisponer al “untado” a que mantenga la boca cerrada o haga la vista gorda. Guarda cierta resonancia simbólica con ‘ungir’ que en su valor pretérito se relaciona con el acto de acogimiento y devoción que se mostraba a un huésped de elevada condición.

La creencia de que los distintos órganos o partes del cuerpo humano son sede virtual de los sentimientos o de determinadas capacidades resulta común a las distintas culturas. Una dimensión elemental de este simbolismo anatómico es la identificación del órgano con su función. Esto ha dado origen a una rica simbología de las partes del cuerpo que se manifiesta en una serie de expresiones comunes o dichos característicos del español, en sus distintas variantes geográficas, y en el español de Canarias en particular. La boca, y por ende, la lengua o los labios evocan a través de la metáfora la facultad del habla u otras actitudes asociadas; por ejemplo: “calladito a la boca” (que habla poco y actúa), “irse de la lengua” (incontinencia), “ser un lenguatrapo” (persona chismosa), “darle a la lengua” (alegantín), “calentársele el pico” (rajar). Participan de esta implicación en el sentido del gusto: “sentir la miel en los labios”, “cogerle el gustillo” o la comentada: “untarle los bezos”. Pero la boca puede también identificarse con la función nutricional: ‘comer’, ‘chascar’, ‘mamar’, ‘chupar del bote’… Expresiones todas ellas que en el lenguaje común se asocian a quien recibe favores, ganancias o ventajas de cualquier tipo en asuntos públicos. En la periferia de estas locuciones se sitúa un portuguesismo muy nuestro que es “engodar”; término que guarda también relación con el acto de cebar o alimentar [echar ‘engodo’] y que en sentido figurado significa aquí: ganarse la confianza, simpatía o favores de alguien para aprovecharse de ello. Sería este, pues, un estadio previo en el que se engatusa a alguien para después acabar por “untarle los bezos”. Y así podemos escuchar expresiones tales como: “Al alcalde le untaron bien los bezos para que diera el permiso de obra”.