Un andancio que anda por ahí

CANARISMOS

Un andancio que anda por ahí

Luis Rivero 29.06.2018 | Cultura La Provincia

De entre los numerosos arcaísmos del castellano que subsisten en el español hablado en Canarias, nos encontramos con esta rareza: “andancio”. El Diccionario lo registra esta voz como enfermedad epidémica leve. Otros léxicos se refieren a una enfermedad ligera que aparece en determinadas estaciones del año. O lo definen como: malestar o indisposición de actualidad; contagio o nombre popular de una enfermedad. Con todo se puede decir que se trate de una epidemia -generalmente de gripe, por ser lo más común, aunque puede ser cualquier otra dolencia- casi siempre estacional y que no reviste especial gravedad. Como arcaísmo lo localizamos al menos en León y Salamanca; y también en Cuba -además de Canarias-. El Diccionario de americanismos lo sitúa en el hablar popular y culto de Venezuela en forma femenina: andancia, como síntomas de alguna enfermedad leve. Guerra lo recoge en su Contribución al léxico de Gran Canaria como andancio/andansio: enfermedad virulenta, epidémica. El DRAE, en cuanto a su etimología, señala “andancio” como procedente ‘de andar’. Hay quienes apuntan a la voz portuguesa andaço o del gallego andancio, con origen o influencia del verbo ‘andar’. En algunos pueblos de Gran Canaria se usa todavía como expresión en reducidos grupos de hablantes: “eso es un andancio que anda por ahí”/ “eso es un andancio que hay par’a(h)i”(: por ahí). La expresión un “andancio que anda” parece dotar a la enfermedad en cuestión de la propiedad de desplazarse, para expresar que se propaga, se extiende, que va de un lugar a otro. Lo que representa figuradamente una idea que no deja de ser curiosa: la enfermedad como algo con capacidad de movimiento.

Un elemento peculiar de algunas lenguas es la categorización de los seres en animados e inanimados. Esto se realiza conforme a patrones culturales, especialmente derivados del pensamiento mítico y mágico, más que a determinantes universales de carácter biológico inherente a las cosas nombradas. Por poner un ejemplo desde el campo de la antropología lingüística, en las lenguas habladas por algunas tribus o pueblos nativos de América, ciertos elementos como el fuego, los astros, e incluso la enfermedad son concebidos como fuerzas naturales y se agrupan en una clase especial de seres animados, al igual que los espíritus que gobiernan a los hombres.

Sabemos que la condición de seres animados viene determinada originariamente -como bien indica la etimología de la palabra: del lat. ‘animare’- por estar dotados de movimiento. Esta idea parece subyacer en la concepción aristotélica de la clasificación de los “mundos” o “reinos”, al menos en su origen. Es decir, la distinción esencial entre seres animados e inanimados no está tanto en estar dotados o no de un “ánima”, ‘alma’ -como afirman las doctrinas teológicas posteriores- sino en la capacidad o predisposición al movimiento. Así las cosas, el concepto no resulta del todo extraño si se considera que la enfermedad epidémica se transmite (del lat. transmitt?re;’trasladar’,’transferir’) de una persona a otra y esto implica, en cierto modo, movimiento.

“Un andancio que anda por ahí” se presenta como una frase hecha de carácter predictivo/informativo. Sirve para predecir un fenómeno que ocasional o estacionalmente aparece con carácter epidémico en la población. En tal caso puede considerarse un vaticinio cuando actúa en un plano exclusivamente teórico. Pero también puede tener un valor informativo cuando en boca de nuestros mayores se afirma con fundamento, basado en la propia experiencia vivid. (“Eso es un andancio que anda por ahí”). Se trata de una expresión hoy en retroceso o en casi total desuso -quizás identificada como “poco elegante” y propia de gente del campo, cuando en realidad puede considerarse más bien un cultismos antiguo- y ha sido progresivamente sustituida por otra más “fina”: “eso es un virus” (para referirse a la causa u origen, al síntoma o a la enfermedad, indistintamente). Que dicho así, como se suele escuchar por ahí, se ampara, más que un conocimiento médico preciso, en una conjetura pseudocientífica.