Pegarle una quintada (a alguien)

CANARISMOS

Pegarle una quintada (a alguien)

Luis Rivero 06.07.2018 | Suplemento Cultura La Provincia/DLP

Se trata de un modismo en franco retroceso que seguramente el hablar culto y la modernez han hecho caer en el desprestigio. Hoy acaso sobrevive entre determinados grupos de hablantes que ya peinan canas. Pero si la “quintada” como modo de expresión popular ha caído en desuso y ha quedado relegado casi a una rareza que registran las compilaciones de canarismos, no es menos cierto que entre los más jóvenes se escuchan todavía otros modismos populares de valor similar. Son ejemplos: “pegar un trancazo”, “dar el tranque”, “pegar una montada” o “hacerle a alguien una jugada”. Todas ellas formas de expresión sinónimas o similares a la anterior que pueden circunscribirse a ámbitos más amplios de hablantes.

Una “quintada” es un engaño o una mala pasada, una “jugada” que se le hace a alguien no cumpliendo con lo prometido o recurriendo a cualquier argucia con el propósito de embrollar. En un sentido laxo se suele utilizar con el valor de “tranque” o “montada” para referirse a una faena de menor entidad, como por ejemplo faltar a una cita o no aparecer en el momento en que se esperaba.

En cuanto a su etimología, la palabra parece derivar de “quinto” o “quinta” que se refiere a los soldados de reemplazo en el servicio militar obligatorio. [Todavía se escucha de nuestros mayores expresiones tales como: “Fulano es de mi quinta” para decir que son coetáneos o que “sirvieron” juntos, es decir, que fueron conmilitones durante el servicio militar]. El Diccionario recoge “quintada” como broma humillante que los soldados más veteranos gastan a los reclutas. En sentido similar lo registra Guerra en su Contribución al léxico de Gran Canaria. No obstante, el uso más común que conocemos es el de ‘engaño’, ‘artimaña’, ‘martingala’ o ‘mala jugada’ (por utilizar un pleonasmo usual)

La locución “pegar una quintada” (a alguien) recurre al verbo ‘pegar’ con el significado de ‘dar’, ‘hacer’ o ‘perpetrar’ para señalar a quien es objeto o a quien lleva a cabo un engaño, encerrona o fraude. Cuando se dice que “fulano me dio una quintada” para referirse a quien ha faltado a la palabra o recurrido al engaño implica -en una suerte de código de valores idiomático- que esa persona ha dejado de ser fiable y atendible, cayendo en el desprestigio social. Así viene tachado de “chafalmeja” (que se refiere a una persona de conducta informal e irresponsable) y en el peor de los casos, puede ganar fama de golfo o “palanquín” (del que ya se sabe “de qué pata cojea”).

Con carácter más laxo es de uso general la expresión: “¡Fuerte montada!” o “¡Si no’s montada esa!” que puede expresar ironía o sorpresa al descubrirse la faena que le acaban de hacer a uno o cuando alguien se lleva un chasco.

En sentido afín se escuchan las expresiones construidas con el verbo “embarcar” o el sustantivo “embarque”. Se usa indistintamente cuando a uno lo embaucan o lo enrollan y lo meten en un apuro o dificultad -contra su voluntad o por habérsela buscado- de cuya situación no sabe bien cómo salir. “¡Fuerte embarque!” o “¡ya me embarcaron!” son expresiones al uso cuando se descubre la situación de la que se desconocían las consecuencias. Las voces embarque/embarcar se emplean -creemos- en el sentido figurado de “embarcarse”, que en el español de Canarias, entre otras singulares acepciones, guarda el sentido de emigrar o embarcarse para América. Empresa -otrora- aventurada que no ofrecía demasiadas garantías de acabar bien. De ahí -probablemente- que cuando alguien se ve “cogido” por sorpresa o lo “dejan tirado” ante una situación de dificultad es como si lo “embarcaran”. Entonces suele exclama: “¡Si no’s embarque este!”.