El niño que no llora, no mama

El niño que no llora, no mama

Canarismos. Suplemento de Cultura de La Provincia sábado 15 septiembre 2018. 

Esta paremia recurre a una imagen universal inspirada en la lactancia. Se basa en un razonamiento argumental que sondea en la propia animalidad que nos identifica como mamíferos. «El niño que no llora, no mama» es quizás la variante más escuchada en las islas. El dicho, de uso más o menos general en distintos dominios del español, cuenta con un refrendo cuasi universal en otras lenguas  («quem não chora, não mama»; «chi non piange, non poppa»; «qui ne demande rien, n’a rien»; «the squeaking wheel gets the grease»…), como tantos otros aforismos. El razonamiento conclusivo recurre a una doble negación con valor asertivo: el que no llora/no mama. Y lo hace a través de dos verbos que definen comportamientos elementales tanto en el neonato humano como en la cría o cachorro en otras especies de mamíferos.

            La acción de llorar aparece como presupuesto necesario en el niño en las primeras etapas de su vida en demanda del preciado nutrimento de la madre. El llanto resulta así una forma de comunicación elemental y primigenia en el ser humano. Este está ligado a una exigencia o requerimiento: se llora fundamentalmente porque se tiene hambre y existe por ende una urgencia de alimento (además de por sueño, frío o cualquier otro malestar que incomoda y turba al recién nacido). Pero sin duda tal exigencia se relaciona en primer lugar con la necesidad primaria de alimento y supone, pues, un reclamo.

            La leche materna contiene los nutrientes y propiedades inmunológicas necesarias para un crecimiento sano en cada individuo. Cada sustancia privilegia aquellos aspectos distintivos en nuestra especie, como la presencia de ácidos grasos que son necesarios para un buen desarrollo del cerebro y, por ende, de las facultades inteligentes que son propias de los  humanos. Aunque ello no nos convierte en seres especiales, pues cada especie a través de la lactancia proporciona a sus crías los elementos imprescindibles para la supervivencia. Esta es la idea que sirve de soporte a la máxima: el llanto conlleva la satisfacción de una necesidad básica. 

            Se relacionan, pues, dos conceptos fundamentales en el comportamiento humano. Uno de naturaleza o características puramente animal que nos identifica como mamíferos (‘mamar’: succionar, comer, alimentarse); y otro, ‘llorar’ (llanto, lamento o quejido),  al que muchos consideran un rasgo típicamente humano y exclusivo de nuestra especie. Exclusividad que estaría por ver. 

            Paradójicamente nos seguimos reconociendo en nuestra condición más animal al invocar este razonamiento elemental que viene reportado con carácter aforístico para indicar que cuando se quiere obtener algo, hay que pedirlo con insistencia y con obstinación, incluso con tenacidad y perseverancia hasta despertar la compasión, la lastima o la ahitera en nuestro interlocutor o benefactor. Como mismo un neonato berrea cuando tiene hambre. Pero se trasciende aquí a la urgencia de obtener el sustento básico. Con esta figura se expresa que para asir las oportunidades que se nos presentan «hay que moverse», actuar, hay que «dejarse ver»; o como concluye otro dicho de similar significado: «el que quiera lapas que se moje el culo».

            «El (niño) que no llora, no mama» viene a concluir un argumento que induce a actuar, a espabilarse, porque «a los bobos se lo comen las moscas»  –reza otro dicho que a menudo acompaña y complementa al anterior–. El verbo mamar tiene aquí un carácter mucho más trascendente a la vocación inicial sobre la que se construye la metáfora. ‘Mamar’ es sinónimo también de «sacar provecho» (ventaja o beneficio), «hincharse», «trincar», «sacar tajada»; incluso en un sentido más turbio, o cercano al ilícito, se puede identificar con «chupar del bote», «mamoneo/mamonear»,  «chascar», entre otras voces que en Canarias, en América y en otros dominios del español se usan para hacer notar que alguien se está beneficiando y obteniendo ganancia o provecho de una situación dada.