Esperar(se) a los huevos del gallo

Esperar(se) a los huevos del gallo

Luis Rivero. Suplemento de Cultura diario La Provincia/DLP, sábado 3 noviembre 2018.

«Esperar a los huevos del gallo» se dice cuando alguien se encuentra ante la imposibilidad de que avenga algo por haber dejado pasar la oportunidad;  es decir, estar esperando en balde algo que ya no puede suceder y que, de hecho, es imposible realizar por ser demasiado tarde. Este modismo tiene un sentido similar a otras expresiones de uso más corriente como: «espérate sentado» («porque de pie, te cansas», se suele añadir), para dar a entender con ironía que la espera puede ser larga, cuando no interminable; esto es, algo que no llegará nunca a ocurrir.

En alguna isla se escucha también una versión similar: «ahora, agárrate a los huevos del gallo» para referirse a una oportunidad perdida de conseguir algo, a malograrlo. Tendría esta un valor similar a la expresión cuartelera «ir a reclamar al maestro armero» (que ya hemos comentado en estas páginas). En este caso, «agárrate»  (al igual que «espérate») es un modo de advertir que no hay nada que hacer y que es inútil cualquier expectativa de que algo ocurra por resultar imposible. Con ella se compara hiperbólicamente una situación o presupuesto que difícilmente puede acontecer, poseyendo a veces un carácter admonitorio, incluso preventivo.

La expresión «los huevos de gallo» posee en el español de América un valor diverso: «estar pensando en los huevos del gallo» se refiere a alguien que está «pensando en las musarañas», es decir, para significar «estar en las nubes» o «estar en Babia».

 Cierta mitología oriental, procedente de la China, habla del gallo celestial, también conocido como gallo del alba –presumimos que por su canto madrugador– de porte majestuoso y áureo, se dice que pone huevos de verdad, de los que salen pollos de cresta roja y a quien se le atribuiría la paternidad primigenia de todos los gallos de la Tierra. Pero esto parece  más bien de un cuento chino, por lo que conviene no darle demasiado crédito. Pues es bien sabido que –prodigios de la naturaleza y milagros de la ingeniería genética, aparte– no es al gallo a quien corresponde esta función reproductora. Aunque no sé yo hasta qué punto se trata solo de un cuento chino. Un aberrunto antiguo de Fuerteventura dice que cuando un gallo viejo pone un huevo barrunta muerte segura para la persona que lo coja. Esta vieja creencia de que los gallos alguna vez se dejan caer y ponen huevos, al decir de algunos, está muy arraigada en el pueblo; aunque –que se sepa–  nadie ha visto nunca un huevo de gallo.  No obstante, el vulgo sostiene la certeza de que los pone y sus consecuencias, por lo que parece, no son auspiciosas. Vaya usted a saber a quién se le  atribuye el augurio, pero en cualquier caso es siempre preferible no esperarse a los huevos del gallo y hacer las cosas cuando se tienen que hacer, a su debido tiempo, porque después ya no hay remedio.