Si no llueve por Santa Catalina, espérala por San Andrés…

Si no llueve por Santa Catalina, espérala por San Andrés…

Luis Rivero en suplemento Cultura La Provincia/DLP sábado 24 nov. 2018

Hubo un tiempo en el que los hombres miraban al cielo. Observaban las nubes y los astros en busca de una señal que les confirmara el inicio de un año fértil o si la luna indicaba un cambio de tiempo, si las cabras preñadas parirían en las próximas horas o la luna llena, concluido el ciclo de gestación en la mujer encinta,  vaticinaba un nacimiento. El arte de leer el firmamento es un saber antiguo transmitido de generación en generación. Así «la gente de antes» era capaz de hacer predicciones sobre el tiempo con días, semanas y hasta meses de antelación, y lo hacían sobre todo observando el cielo. Hoy es una práctica casi en desuso que sobrevive en algunos dichos, cabañuelas o aberruntos, a los que se recurre con carácter predictual  con entradas tales: «como dice el dicho». Así se han ido conformando gran número de cabañuelas que resumen en frases cortas y rimadas, o en explicaciones más o menos detalladas, ciertos fenómenos atmosféricos que surgen regularmente en fechas determinadas o de manera excepcional o esporádica, pero que  han sido objeto de constatación a través de su observación en el curso de los años. Uno de ellos es este refrán meteorológico que se localiza –al menos– en Fuerteventura: «si no ha llovido por Santa Catalina, espérala por San Andrés, y si no, mala señal es».

Omitiendo otros aspectos de la realidad en los que pueden operar los aberruntos, nos interesa aquí su carácter de predicción meteorológica. Nos referimos a cabañuelas o aberruntos indistintamente como método popular de predicción del tiempo basado en la observación del cielo u otros fenómenos, y que queda cristalizado en un dicho. Sobre el origen etimológico del nombre de esta práctica (cabañuelas), como ya hemos apuntado en estas páginas, es muy probable que proceda de la tradición judeoserfardí presente en la Península y cuya influencia llegó a las islas a principios del siglo XVI. Entre las tres principales festividades religiosas judías está la fiesta del sucot o de las cabañuelas (diminutivo de cabaña) o de los tabernáculos. Esta festividad evoca la travesía del desierto por los israelitas. Años durante los cuales habitaron en tiendas o cabañas. La liturgia sefardí conmemora aquel hecho en el mes de Tisrí(entre septiembre y octubre del calendario gregoriano). Con el tiempo, esta celebración se fundió con otras de carácter agrícola (la de la cosecha y la vendimia). La tradición marca que en recuerdo de aquel andar errante por el desierto, cada familia debe construir una cabañuela a cielo abierto, cubierta de ramas, pero quepermitan ver las estrellas durante la noche. De singular importancia en este ritual es la petición de lluvias abundantes para el año agrícola venidero. La observación del cielo nocturno durante la fiesta de las cabañuelas, y los anhelos de un año fértil, habrían propiciado presagiar si las lluvias serían abundantes o no. Y por metonimia pudo acabar nombrando estas prácticas adivinatorias con un carácter genérico.

La cabañuela que comentamos se verifica precisamente en  estas  fechas. «Si no llueve por Santa Catalina, espérala por San Andrés –y concluye– y si no, mala señal es». Recurriendo al santoral católico, toma como referentes el 25 de noviembre, día de Santa Catalina, y el 30 de noviembre, San Andrés, patrono de los labradores en Fuerteventura.Otra variante de este dicho popular es: «si no llueve para Santa Catalina o para San Andrés, malo es»; o esta otra que viene a confirmar tal predicción: «Si llueve el día de San Andrés, buena seña es».Al respecto se cuenta que era tradición en Tetir, en la víspera de San Andrés, que los más jóvenes subieran a la montaña del mismo nombre para encender fogaleras en honor al Santo patrón. En el curso de las procesiones –ya en el día de San Andrés– se asistía a otros ritos singulares como era la invocación de la lluvia con una suerte de letanía, al grito de: «¡Que llueva, San Andrés!». Los feligreses reclamaban así al santo patrono de interceder para atraer la lluvia. Se cuenta también que en los años de seca, las peticiones eran persistentes, y tal era la fe en aquel ritual de fertilidad de la tierra y  la devoción al santo, que lo mismo podía hacer estallar la ira en caso de que no lloviese. La ausencia de lluvia por la ineficacia de las plegarias, provocaba que una masa encolerizada de hombres  se reunieran entorno a la iglesia para pedirle cuentas al santo. Con la amenaza de enriscarlo por un barranco. La imagen de San Andrés tenía sus defensores entre los más devotos que trataban de distender los ánimos caldeados. El santo era llevado a cuestas hasta la montaña con intención de despeñarlo, y allí se reanudaba el juicio con mayor sosiego. De sólito, se suspendía la pena de enriscamiento, otorgándosele un periodo de gracia de no más de un mes a condición de que hiciera llover. Se dice que siempre apareció la lluvia, excepto en una ocasión, pero al final le fue conmutada la pena por la de confinamiento en el convento de San Diego en Betancuria.

Así, pues, si mañana 25 de noviembre, día de Santa Catalina,  no llueve, no queda más remedio que encomendarse a San Andrés…