A quien Dios se la dé, que San Pedro se la bendiga

A quien Dios se la dé, que San Pedro se la bendiga

Luis Rivero en suplemento de Cultura de La Provincia, sábado 19.01.19

«Aquí no hay más que hacer, sino que cada uno tome lo que es suyo, y a quien Dios se la dio, San Pedro se la bendiga» (Quijote, I-XLV). Este pasaje del Quijote figura entre las referencias documentales más antiguas que se conocen de esta añeja expresión castellana, que presumimos popular ya en los albores del siglo XVI. Como antecedente más mediato, es citado en Dante con el aforismo latino: «Cui Deus concedit, benedicat et Petrus»(De Monarchia). Por lo que la aparición tardía en España podría deberse a una migración de este proverbio latino. Lo cierto es que desde comienzos del siglo XVI se documenta por Francisco de Espinosa (en su Refranero). Pero independientemente de su origen, la expresión se ha conformado como un dicho usual en las islas hasta llegar a formar parte del repertorio fraseológico del español de Canarias.

Figuradamente se construye a partir del principio de obediencia a la jerarquía celeste: la representada por la autoridad divina (Dios) y la humana o terrena (San Pedro) subordinada a aquella. Es decir, cuando Dios ordena algo, a san Pedro, su apóstol en el mundo, no le queda otra que darle la bendición y aceptarlo.

Su inspiración religiosa la identifica con un idiolecto propio de una época de omnipresencia del dogma eclesiástico. Se sabe que el apóstol san Pedro (Kefas o Cefas, Petrus: ‘piedra’) se convierte en fundamento de la Iglesia («tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia»). El pasaje evangélico aparece así como una suerte de mito fundacional de la jerarquía eclesiástica, es decir, la curia romana, que el dogma presenta como brazo ejecutor del mandato divino, encarnado en la autoridad papal. Y es esta relación de dependencia la que sienta las bases para afirmar que  no hay más remedio que aceptar lo bueno o lo malo en cualquier asunto o situación, y mostrar resignación y conformidad frente a las vicisitudes del destino.  Que es una de las interpretaciones de la expresión: la disposición a conformarse con los decretos de la Providencia. Según esta lectura, la humana voluntad estaría sujeta a los avatares y determinaciones de la divina providencia [como se justifica en aquel otro dicho que reza: «El hombre propone y Dios dispone» que extraído e inspirado también en la Biblia (Proverbios 16,1), ha pasado a formar parte del refranero popular]; la sumisión a este mandato constriñe la voluntad a unos márgenes en los que no parece tener cabida el libre albedrío.  Pero las interpretaciones son variadas, desde las que ponen el acento en la sumisión a la autoridad teocrática que gobierna el destino, más propias de una época pasada, a aquellas otras que se adaptan con versatilidad a los nuevos tiempos, aunque todas denotan cierta conformidad con el devenir.

Tal como la conocemos, en Canarias se usa –generalmente en relación con un evento positivo– en el sentido de que no hay que cuestionar aquello que nos viene dado, sino aceptarlo sin atender a razones, pues «a quien Dios se la dé, que san Pedro se la bendiga». Quiere decir que no hay que tener demasiadas contemplaciones ni miramientos de si uno se merece o no lo que recibe; si nos viene dado, es porque la Providencia, el destino o la fortuna así lo ha ordenado, por lo que no queda más remedio que aceptarlo, agradecerlo y disfrutarlo, si fuera el caso. En resumidas cuentas, que si a alguien le toca la lotería, aunque sea un mondicia o un sabandija, es porque estaba para él (y ya se sabe que «lo que está para uno, está para uno…»), así que «lo que Dios le dé, que san Pedro se lo bendiga».