Arreglar las madres

Arreglar las madres

Es parte de una creencia universal la que establece una correlación entre los distintos órganos del cuerpo y determinadas funciones psíquicas. De modo que en tales órganos  radicarían ciertos sentimientos, emociones o facultades. 

En este contexto, en muchas culturas rurales tradicionales, el alma tiene a menudo una identificación o corporeidad física bien precisa, cuando no una localización en un órgano concreto del cuerpo. «Se me encogió el alma», habremos podido escuchar alguna vez esta metáfora que recurriendo a una alteración en la estructura molecular de la materia, en toda su fisicidad, trata de expresar que alguien sufre una fuerte congoja fruto de una impresión.

A menudo el estómago o «la boca del estómago» (o «boca del payo») es sede en la que se manifiestan aflicciones más propias del alma humana. [«Payo» se le llama en Canarias al estómago del cochino y de otros animales, y por extensión al de las personas]. Adviértase que las expresiones a las que se recurre tradicionalmente en este sentido se construyen a partir de una especie de metonimia referida al «disgusto», cuya etimología nos lleva a algo ‘no gustoso’ o que causa ‘desabrimiento’ al paladar, y por ende, relacionado con la ingestión de alimentos y el estómago; algo que cuesta digerir o que «no tragamos».

            Esta identificación entre distintas partes del cuerpo con funciones psíquicas y espirituales está presente a través de expresiones concretas en nuestra lengua, pero también –a veces de manera más evidente– en otras lenguas. Por recurrir a un ejemplo de otra cultura insular con cierta afinidad con la nuestra, Sicilia, existe una expresión tradicional en el dialecto sículo que habla por sí misma: «bucca dill’anima» (en italiano «bocca dell’anima») esto es, «boca del alma» que se usa para nombrar la «boca del estómago».             Es creencia popular muy extendida que exista un órgano o zona en el estómago, «boca del estómago», situado a la altura del plexo solar, que puede «descomponerse» a causa de un susto, de una fuerte impresión, disgusto o aflicción que padezca un individuo. Se le llama el «pomo», en el hombre, y la «madre», en la mujer. Para expresar la existencia de esta dolencia o malestar físico se recurre normalmente a la locución: «tener el pomo esconchabado», «desconchabado» o «descompuesto», o «la madre descompuesta». Estado físico que suele venir precedido de una dolencia o padecer afectivo y acompañado de síntomas tales como un sentimiento de tristeza, «un nudo en el estómago», angustia y asfixia,   «como si faltara el aire», ausencia de apetito e incluso la sensación de «tener el miedo en el cuerpo» a causa de un trauma reciente. Se usa igualmente la expresión «virársele/caérsele la madre» para referirse al acto en que alguien se lleva un fuerte susto o disgusto.

            Se dice también «padrejón» a la propia afección o dolencia que tiene como síntomaesa opresión en la boca del estómago, acompañada de cierto malestar general, y que la sabiduría y creencia popular lo atribuyen a algún susto o disgusto sufrido por quien la padece.

            En tales circunstancias, antiguamente se solía recurrir a una curandera o persona amañada en «arreglar el pomo», cuando era un varón quien arrastraba el malestar, o en «arreglar las madres», cuando se trataba de una mujer. Y quien a base de masajes en el plexo solar, estómago y en la barriga, con algún ungüento milagroso, acompañado a veces de algún rezado o santiguado, aliviaba el padecer del paciente.

            La expresión «tener el pomo desconchabado/esconchabado» equivale a aquí a ‘descompuesto’, ‘desarreglado’ o ‘fuera de sitio’. Es probable que se trate de un portuguesismo (desconchavar que en una de sus acepciones implica ‘falto de armonía’, ‘desarmonizado’).             Así, «arreglar las madres» (usado muchas veces en plural) hace referencia a sanar un malestar físico que es manifestación de un desajuste de orden menos tangible, acaso más «espiritual». Esa reconciliación con la propia esencia, con «la madre», ‘matriz’, ‘causa’ y ‘origen’ de cada cosa, con el sosiego y la armonía que nos reconforta, y que –según la creencia– se asienta en el estómago.