Al que le pique, que se rasque

Al que le pique, que se rasque/ de Luis Rivero, suplemento Cultura La Provincia/DLP

Si bien el prurito es un fenómeno que acompaña a muchas enfermedades de la piel, también puede presentarse solo, «sin causa» aparente. La desazón puede llevar a veces a una persona a la desesperación, que continuamente tiene que rascarse en alguna parte del cuerpo, o puede suceder de manera aislada como reacción refleja en ciertas circunstancias. «El que se pique/pica, que se rasque» o «al que le pique, que se rasque», con un valor significante primario, recrimina a quien se siente aludido por alguna crítica, más o menos velada, que alguien profiere contra él. 

Pero más allá de este significado elemental o básico, existe un sentido más profundo en el que la fuerza del psicolenguaje se hace patente; y quizás con mayor rotundidad se puede apreciar en el dicho afín:  «el que se pica, porque ajos come».

La piel aparece –simbólicamente– como frontera natural del cuerpo que nos separa del mundo exterior. Pero es también vehículo de contacto donde se localiza –precisamente– el sentido del tacto que nos permite percibir sensaciones «en contacto» con «los demás» (de aquí lo de «tener tacto» para expresar una especial sensibilidad en el trato, sobre todo cuando determinadas situaciones lo requieren). Al mismo tiempo, nuestras «fronteras» pueden ser escenario en el que nos defendemos ante una presunta «agresión» exterior, y «lugar» donde se manifiestan los propios «conflictos» internos que salen a la luz a través de la piel (como el acné en la pubertad o la sudoración espontánea por el nerviosismo o la dificultad que nos provoca una situación). En tal sentido la piel puede representar dos aspectos o «funciones» antagónicas. Como frontera física (fisiológica) protectora frente a elementos extraños y como sede o territorio del sentido del tacto, y por ende, encarna un elemento de especial sensibilidad, incluso de placer que la relaciona con el eros. Es decir, se da una ambivalencia en sus funciones: una protectora y otra receptiva.  Así pues, la piel puede ser lugar de separación, pero también de encuentro, y por ende, no exento de conflictos. Conflictos que simbólicamente se manifiestas a través del picor, del prurito impertinente, del escozor u otras reacciones cutáneas. 

«Nos pican» muchas veces las situaciones que no admitimos, que  «no tragamos», que no hemos asimilado o digerido, la propia sensación de disgusto o incomodidad, en general (cuando nos «rascamos la cabeza» ante un aprieto o situación comprometida). Incluso aquello que no nos atrevemos a revelar porque nos produce vergüenza y hasta «nos sacan los colores» (sonrojo), otro modo de manifestación cutánea de la «incomodidad». 

            Otro significado singular de «picar» es ‘incitar’, ‘provocar’, ‘pinchar’, ‘inducir’, ‘suscitar desafío’, ‘fomentar contienda’, ‘irritar’, hacer enojar a alguien con palabras y actitudes. A modo de ejemplo: «Se picaron discutiendo de fútbol y casi llegan a las manos».  Valor en cierto modo afín al sentido más profundo de la frase comentada: «me pica», «está picado» o «se picó» (‘se mosqueó’)…, pues «el que se pique, que se rasque».

            Mientras que «rascarse» es una metáfora que tiene el sentido de ‘fastidiarse’, ‘joderse’, ‘aguantarse’. Un valor similar tiene la voz «rascado» que se dice de alguien que se queda con ‘magua’, con pena, «se quedó rascado»: se quedó con las ganas.

            En definitiva, «el que se pica, porque ajos come» o «al  que le pique, que se rasque» transfieren un valor subliminal según el cual el «picor» es síntoma que manifiesta un malestar soterrado, subcutáneo, «del mundo interior» que se revela al contacto con el «mundo exterior». Este prurito vital se «alivia» momentáneamente con una reacción refleja o instintiva  que consiste en ‘restregar’ o ‘arañar’ la superficie de la piel, pero sin entrar en profundidad. Por ello representa, más que un alivio, una insatisfacción: «quedarse rascado»; no supone una solución, porque «la procesión va por dentro». Y eso, al que le pica lo sabe, «porque ajos come», porque hay un motivo que lo «justifica», aunque este conocimiento lo sea solo a un nivel inconsciente.  Por eso se afirma, también, el que se pique, que se rasque, porque algún motivo habrá. A fin de cuentas, «cada uno sabe sus cosas»…