La vida es un tango

Luis Rivero en el Cultura de La Provincia/DLP 16.03.2019

«La vida es un tango, y el que no lo baila es un machango». Con este aserto aforístico se viene a decir que en cierto modo todos estamos a merced del destino. Dicho en otras palabras, que «la vida da muchas vueltas» y nunca se sabe lo que nos puede deparar. Así las cosas, mejor tomársela como viene, ver lo bueno que hay en ella y jugar la partida que nos corresponde ante las vicisitudes que debemos afrontar, capeando las dificultades como mejor podamos. El dicho es cómplice de una filosofía vital o un modo de ver las cosas bien simple: si no podemos cambiar lo que el destino nos tiene reservado, porque lo desconocemos, hay que vivir la vida lo mejor que se pueda, pues lo contrario sería de necios. 

Afines a esta son las expresiones: «la vida da muchas vueltas» o «la vida es un tómbola» (y nunca se sabe lo que nos puede tocar). Todas ellas expresan la incertidumbre en la que vivimos continuamente y frente a esto, mejor mantener una actitud resignada ante el acontecer cotidiano, complaciente y justa para con los demás y con uno mismo, pues en cierto modo, la ruleta de la tómbola o el tiovivo nos recuerdan la rueda kármica que gira inexorablemente. Al igual que el dicho que comentamos, bien mirado, si la vida es azarosa, mejor imaginársela como una sala de baile, que es lo mismo que decir: «academia», «milonga» o «piringundín», locales suburbiales rioplatenses donde dicen que nació el tango, en Buenos Aíres y Montevideo. 

         Otras variantes del mismo dicho en el español de América son: «la vida es un tango y hay que saber bailarlo»; o aquella otra que parangona vida y muerte con dos piezas de baile tan dispares como el tango y el pasodoble: «la vida es un tango y la muerte un pasodoble». 

         El dicho, a todas luces, parece  tener origen rioplatense, donde nace esta danza oriunda de distintas culturas criollas y afroamericanas, y desde donde recaló probablemente en esta otra orilla del Atlántico adoptando esa parte conclusiva peculiar: «[…] y quien no lo baila es un machando». «Machango» es –entre otras acepciones– quien hace machangadas, pero aquí parece referirse más bien a la «persona de poco seso». 

         Una película argentina de los años treinta lleva este mismo título:  La vida es un tango. No sabemos si a partir de entonces, esta locución se popularizó hasta lexicalizarse y convertirse en un dicho, o por el contrario el título de la cinta del director argentino y letrista de tango, Manuel Romero, se hizo eco de lo  que podría ser una expresión popular arraigada a la sazón. La duda es la misma que se nos plantea de cuál fue primero de los dos, si el tango o la milonga; o si se les llamó a aquellos tugurios rioplatenses «milongas» porque allí empezaron a sonar los primeros compases a la par de los pasos de un tango o de una milonga y por metonimia se dio el nombre a esta composición musical y danza. Nos queda la incerteza. Como incierto es el devenir y la vida misma: ya sea tango, milonga o cambalache, da igual.  El mundo sigue dando vueltas, y a pesar del pesimismo vital de Discépolo cantado en la voz inolvidable de Gardel, yira, yira…  Y si algo no tiene remedio, como exhorta aquella expresión rebosante de vitalidad: «¡a vivir que son dos días!», y después, «¡que  me quiten lo bailao.