Entrevista a Luis Rivero autor de “Dichos y modismos de Canarias” (Editorial Mercurio)

Entrevista | Luis Rivero

“En los jóvenes existe cierta familiaridad con las expresiones de sus abuelos”

“El relevo generacional siempre ha existido en todas las épocas y ha planteado siempre un choque cultural entre la tendencia a perpetuar modelos anteriores y la fuerza de los nuevos que tratan de imponerse”, afirma

1. ¿Con qué propósito surge la compilación de expresiones que desgrana, bajo un prisma de interpretación subjetiva, en Dichos y modismos de Canarias?

El texto recoge 100 dichos y modismos comentados y supone una selección de los más de 100 artículos publicados en las páginas del suplemento de Cultura de La Provincia durante dos años, si bien han sido corregidos y adaptados al formato ensayístico, sin apartarse ni perder la frescura que le dan la inmediatez y la premura de la periodicidad semanal de la publicación en un medio. Su propósito no es otro que el de dejar testimonio de determinados dichos y analizarlos desde perspectivas quizás un tanto diversas de lo que hasta ahora se ha hecho tradicionalmente en Canarias. En los trabajos publicados, al menos hasta donde yo conozco, echo de menos algunos modismos y voces que, siendo de Canarias, no figuran como canarismos en dichas compilaciones, o en la mayoría de ellas. Por citar algún ejemplo: el «¡Arrecha!» de Telde o el «¡Cógelo Cuco!», son expresiones que con independencia de su procedencia y sin formar parte de la tradición oral de origen rural, en algún momento, se incorporaron al léxico de tradición oral urbana. Y estos, en mi opinión, son tan canarismoscomo los tradicionales. Trato también de dejar testimonio de ellos porque el relevo intergeneracional hace que muchos de estos usos se vayan perdiendo entre los hablantes. 

            En cuanto a las explicaciones y comentarios que se dan a las frases proverbiales, dichos, modismos y expresiones en general siguen en cierto modo un criterio de interpretación subjetiva en cuanto a su significación –contrastada con la comúnmente aceptada– a su simbología a través de la metáfora y de la enseñanza implícita que contienen (en el caso de los refranes). Parto del presupuesto de que el lenguaje no es casi nunca neutro, no es una manifestación aséptica, sino que contiene una serie de significados subliminales que se delatan –en los aforismos– en la propia metáfora a la que se recurre. Ese sentido figurado con el que se expresan la mayoría de los refranes contienen muchas veces una carga ideológica evidente. El uso de voces o expresiones en un discurso no es caprichoso ni fruto del azar, sino que lleva consigo una significación que trasciende a la propia consciencia del hablante. Contiene un sustrato inconsciente y significante que escapa al propio conocimiento del hablante según el idiolecto del grupo cultural o social de pertenencia.

 2. ¿Cómo se desarrolló su proceso de documentación y cuál fue el criterio de selección de las expresiones?

La mayor parte de las compilaciones léxicas y diccionarios de expresiones y dichos del español de Canaria tratan de inventariar el mayor número posible de refranes, frases aforísticas, modismos y sus significados y usos más comunes. Existen excelentes trabajos de reputados especialistas en este ámbito. Lo primero que hay que decir que este trabajo se aleja de tal pretensión compilatoria y no constituye ni siquiera una muestra de las más representativas. No está tampoco respaldado por un riguroso trabajo de campo a través de encuestas o cuestionarios realizados sobre grupos de hablantes. No ha sido esta mi intensión, para ello ya existen excelentes publicaciones. Ha primado el conocimiento directo que tengo de muchos de los dichos y modismos, el propio dominio de algunos de ellos, o el tener un conocimiento indirecto de la expresión en cuestión. Y desde esta perspectiva pretende ser un ensayo interpretativo desde una aproximación –si se me permite– instintivo/intuitiva que parte de un razonamiento bien simple: ¿Qué le sugiere al oyente un dicho determinado cuando lo escucha por primera vez? ¿Qué asociaciones de ideas evoca en él la metáfora a la que se recurre? ¿Qué imágenes le trae a medida que comienza a familiarizarse con la expresión? ¿Qué imágenes e ideas sugiere al hablante adulto el recordar dichos que no escuchaba desde la niñez?  ¿Cuál es la simbología o la carga ideológica que hay detrás de una palabra determinante en un dicho? Estas y otras cuestiones son las que me planteo para desgranar interpretativamente la expresión analizada.

3. ¿En qué medida aloja un afán de preservar o, incluso, reivindicar la memoria oral de Canarias?

Aunque muchas de las  expresiones contenidas en el libro se trata de dichos y modismos antiguos, en desuso o en vías de desaparición, creo que es competencia y compromiso de quien escribe o comunica desde cualquier medio o foro el reivindicar esa memoria oral que forma parte de nuestro acervo lingüístico. Pero es más, la cuestión no es solo memorística, sino que tiene que ver con el propio presente y el uso de formas de expresión identitarias  que nos permiten –en contextos literarios y formales– el designar las cosas por su nombre, tal como lo hacemos en la vida diaria. En este sentido es loable la iniciativa de este medio (La Provincia) de dar un espacio en las páginas de Cultura de los sábados a una columna sobre «canarismos».

4. A nivel general, ¿las nuevas generaciones en las islas están familiarizadas con estas expresiones? Por tanto, ¿siguen vigentes?

Creo que el relevo generacional siempre ha existido en todas las épocas, y, en general, ha planteado siempre un choque cultural entre la tendencia a perpetuar modelos anteriores o viejos y la fuerza de los nuevos que tratan de imponerse. Esto lo vemos también en los usos o modos de expresión. 

            Si esto es cierto, también lo es que medios de gran influjo cultural como la televisión, y con posterioridad, internet y redes sociales, han venido, seguramente, a acelerar este proceso, con la imposición de nuevos modos y usos en el habla que no eran propios del español de Canarias, hasta hace bien poco. Valga el ejemplo del uso cada vez más generalizado del “vosotros” por el “ustedes” de toda la vida (con la excepción, obviamente, de islas donde ha existido siempre).

            De todas formas, he podido constatar que entre los más jóvenes, existe todavía una cierta o gran familiaridad con expresiones propias de los abuelos. Resulta difícil que muchas de estas expresiones pervivan entre los jóvenes, cuando ya sus padres han dejado de usarlas desde hace tiempo. 

            Desde el “¿No fumas, inglés?” al “¿Qué le pasa al nota?” hay seguramente un desfase intergeneracional que va de padres a hijos, pero ya hoy, el “¿Qué le pasa al nota?” ha dejado de ser desde hace muchos años argot juvenil para incorporarse en el idiolecto de una generación ya de puretillaspara las generaciones jóvenes que han asumido sus propios modismos, de valor similar. Pero los canarismos siguen subsistiendo o apareciendo nuevas expresiones que nos son propias. Las voces «changa», «laja» o «poligonero» bien podrían considerarse neocanarismos de última generación, y no ya solo argot juvenil de ambientes suburbiales de las capitales canarias.