Estar (alguien) enguirrado


Las expresiones idiomáticas y metáforas propias de un idiolecto están ligadas a la cultura de referencia, casi siempre el mundo agrícola y rural o la naturaleza. 

“Enguirrarse” viene de “guirre”, que es como se llama en Canarias al alimoche. Esta especie de buitre –otrora habitual en barrancos y vertederos insulares– se alimenta principalmente de carroña. La figura de este animal “enguruñado” sobre un risco se fija como imagen metafórica para referirse a una persona flaca, desnutrida, consumida, de mal aspecto. De ahí la expresión: “estar flaco como un guirre” o “estar enguirrado”. Que se dice de un individuo cuando está “enguruñado”, por lo general a causa del frío o enfermedad, o a cuando presenta un aspecto enjuto, flaco, débil. “Enguruñar(se)” es sinónimo de arrugarse, de encoger los miembros del cuerpo de una persona o animal. 

Las metáforas animales son una de las características de las lenguas románicas, en lo que el español no hace una excepción. En particular esta tendencia a la “animalización” a través de dichos y expresiones que intentan definir o retratar actitudes, tipos humanos o características determinantes de estos, resulta recurrente en el español de Canarias. 

Este recurso figurado que alude a la condición “animal” para definir a un individuo, su comportamiento o carácter, la mayoría de las veces observan un tono festivo o de chanza, cuando no claramente satírico o mordaz. 

Generalmente guarda la forma gramatical de oración comparativa, ya sea de superioridad (más/que) o de igualdad (como): “más seco que un tollo” o “flaco como un guirre”. Otros ejemplos de comparativas que asimilan el comportamiento humano a algún rasgo o característica comportamental animal son: “está hecho un animalito”; “flaco como un podenco” o “como un pejín”; “correr como un galgo”; “sudar como un cochino”; “engrifarse como un erizo”; “ser más ladrón que un gato”; “tener los ojos (cuajados) como un antoñito en hielo”; “tener más mala idea que un gato ciego”; “pasar más frío que un perro chico”; “trabajando como un burro”; “cansado como un perro”; “abierto como una jarea”; “ser más puta que las gallinas”; “estar como una cabra”; “estar gordo como una tonina” o “comer menos que un gato viejo”… 

También se recurre a la “animalización” mediante la construcción de infinitivos que definen significativamente un atributo del animal de referencia. Son ejemplos: “enguirrar(se)”; “emperrar(se)” que es cogerse una 

perreta o encapricharse en algo; “encochinar(se)” o “estar encochinado” estar muy enfadado, hasta resultar intratable,; “amular(se)” o “estar amulado” (de mulo), mosquearse, enojarse alguien y permanecer en silencio “sin decir ni mu”; “encabronar(se)” o “estar encabronado”, cabrearse sobremanera, “calentarse como un macho”; “cabrear(se)” o “estar cabreado”, con significado similar al anterior; “engrifar(se)” es rebelarse, volverse contra alguien, es comportamiento propio de algunos animales: “se engrifó como un gato”; “empitonar(se)” (de ‘pitón’, ‘cuerno’), expresa la embestida de un animal con cuernos: enfardarse mucho o rebelare; “revirar(se)” es “virarse” bruscamente (“revirarse como una panchona”), es protestar, enfadarse y enfrentarse a alguien. La mayor parte de estos verbos, formados a partir del prefijo en/em más el sustantivo que identifica al animal de referencia o gestos propios de este con la terminación de infinitivo, expresan ira o enfado. 

Esta especie de fabulación en dichos y expresiones relacionados con elementos del imaginario rural, fundamentalmente, y que extrapolan rasgos y actitudes animalescas como definitorios del comportamiento humano, sugieren una especie de relación “totémica” que trata de expresar por emulación, y con sorna, el elemento característico definidor, v.gr.: “estar flaco como un guirre”.