Cada vez que mea piensa

©Luis Rivero suplemento Cultura La Provincia/DLP , sábado 29 junio 2019

Se trata de una expresión de uso frecuente en las islas y se recurre a ella para aludir a una persona inconstante y variable en su parecer, es decir, a quien muestra una actitud voluble y cambia de manera continua y con facilidad, especialmente en sus creencias y opiniones. La frase puede referirse tanto a una opinión conformada respecto a un tercero no presente en la conversación, como puede estar dirigida al propio interlocutor: “Tú cada vez que meas piensas”. En tal caso tiene un carácter admonitorio o  de reproche frente a esta actitud tornadiza. El recurso a una forma verbal un tanto soez o malsonante (“mear”) y el aire de censura con el que se pronuncia le imprimen un tono grosero o al menos poco decoroso. Por esta razón su uso suele estar reservado entre personas que mantienen cierta relación de confianza. Su carácter burlesco lo asemejan a los llamados “insultos amistosos”, propios del idiolecto de algunas culturas y subculturas y que no resultan extraños al español de Canarias. Los “insultos amistosos” son expresiones coloquiales que se insertan a menudo en la conversación a modo casi de interjección impropia y tienen un carácter “inofensivo”, esto es, “no ofensivo”; es decir, se trata de “agravios” o “escarnios” que si bien fuera de este contexto pueden resultar hirientes, la ligereza en su uso en un ámbito social de familiaridad lo hacen inocuos. 

La valoración del sujeto en la expresión pivota sobre dos verbos (mear/pensar) que se refieren a funciones típicas en el ser humano, pero en cierto modo un tanto “distantes” entre sí, y en este caso, contrapuestas.

“Pensar” (‘reflexionar’, ‘meditar’, ‘razonar’), es un verbo que indica una actividad intelectual, uso de la razón, y en cierto modo se equipara a un acto trascendente, con vocación de permanencia; mientras que “mear” (‘orinar’,‘expeler la orina’) es un verbo instintual, de puro impulso, que obedece a una necesidad fisiológica común a todos los seres vivos, racionales o no, es decir, que afecta a hombres y animales por igual. 

El recurso a ambos verbos busca el efecto de resaltar y contraponer el acto de orinar como algo premuroso e instintivo que no puede reprimirse ni excusarse, frente a la perseverancia y estabilidad del pensamiento como conjunto de ideas u opiniones.

Traslada la imagen de la excreción urinaria que se expele con urgencia, apremiada por la presión de la vejiga, sin necesidad de pensar en el acto, ni de programarlo; indica premura, impaciencia y al mismo tiempo precariedad, carácter efímero, ordinario e intrascendente y que se repite varias veces en el curso de la jornada. Con esta hipérbole quiere expresarse que con la misma ligereza y frecuencia con que se afronta esta necesidad fisiológica de evacuar “aguas menores”, se piensa, es decir, se cambia de idea, de parecer u opinión respecto a una posición precedente.