¡Qué dos cabezas para un caldo (de) pesca(d)o! (y otros modos de hablar con números) (I)



Nos hemos referido en alguna ocasión a un peculiar modo de «hablar con números» para designar una variedad de expresiones que contienen un numeral como elemento determinante en el sentido de la frase. Si bien es cierto que, aunque se escuchen con frecuencia o formen parte del vocabulario habitual del hablante, a veces resultan incompresibles o «indescifrables»  por desconocerse la razón del tal o cual expresión numérica. Por ejemplo:  ¿por qué decimos «buscarle las tres patas al gato» para referirnos a un comportamiento que juzgamos quisquilloso? ¿O por qué se dice de alguien de poco conocimiento o inteligencia que «no tiene dos dedos de frente»? Esta manera de recurrir a los numerales en determinados dichos y modismos está presente en el español hablado en Canarias, si bien no siempre son propios ni mucho menos exclusivos de éste. De hecho, muchas de estas expresiones son de uso generalizado en otros dominios del español. Entre los dichos más comunes podemos enumerar:«¡Qué dos cabezas para un caldo de pescado!», «no ver tres montados en un burro», «hace una ventolera (o un frío) de mil demonios»,  «¡[…] ni qué ocho cuartos!», «siempre falta una peseta pa(ra) (e)l duro», «tres cuartos de lo mismo»,  «¡qué tres teniques pa(ra) un fogón!», «meterse en camisa de once varas», «¡qué tres patas pa(ra) un banco!», «cantarle a alguien las cuarenta», «no haber sino cuatro gatos» y un largo etc. Si bien no todas estas expresiones –como hemos dicho– son genuinamente canarias, su uso se ha adaptado y generalizado en las islas hasta formar parte del habla común. Pero veamos el origen y el porqué de algunas de ellas, si es que lo hay. 

A buen seguro el lector habrá escuchado alguna vez –en el ámbito de una relación de confianza y en tono jocoso–: «¡mira qué cabeza para un caldo de pescado!», para referirse a una persona o «¡qué dos cabezas pa(ra) un caldo (de) pescado!», cuando se trata de dos amigos o amigas, que son «tal para cual». Se enfatiza con ello el poco seso, la falta de asiento o la desmemoria de ambos sujetos. El dicho se usa al menos en Gran Canaria y recurre a la gastronomía con la ironía que pondera el carácter olvidadizo y descuidado de la persona comparándolo con la sustancia que las cabezas de pescado aportan al caldo en este preciado plato de la cocina isleña (quién sabe si haciendo valer la aportación de fósforo y sus efectos benefactores sobre la memoria, como es creencia popular, al pacer, no desacertada). La referencia numeral en la frase no es caprichosa, sino que obedece a un valor cuantificador de los individuos a los que hace referencia. 

Otra «expresión numeral» al uso es «buscarle las tres patas al gato». Se trata de una antigua frase aforística de origen castellano, muy usual en las islas, que hace referencia –en su sentido más común– a quien muestra una actitud o comportamiento quisquilloso o irritante, hasta el punto de hacer llegar a la exasperación o «sacar de quicio a cualquiera». Según algunos paremiólogos, la versión más usual, «buscarle los tres pies al gato», puede tratarse de una corrupción o deformación en su uso, puesto que el dicho original es: «buscarle los cinco pies al gato». Cosa que resulta coherente, pues si los gatos cuentan con cuatro extremidades, nada de extraordinario tendría el dar con tres patas, y hasta con las cuatro. Mientras que encontrarle cinco sería algo imposible. De hecho, antiguamente, solía añadirse: “y no tiene sino cuatro”, y aun esta otra coletilla: “no, que son cinco con el rabo“. Aunque se trata de una frase proverbial muy antigua y todavía hoy recurrente, no se documenta hasta el siglo XVI. Covarrubias la registra en la versión original de “buscar cinco pies al gato” para referirse a quien con sofistería y embustes tratan de hacer entender lo imposible. (Este autor atribuye su origen a uno que quiso probar o hacer creer que la cola del gato era un pie). A partir de aquí son numerosas la citas en variadas formas. La “innovación” de la versión, hoy quizás más extendida, de “buscarle los tres pies al gato” se debe a Cervantes que la cita en el Quijote (Q, I-XXII ), o al menos es quien así la documenta por primera vez. En las islas se escuchan ambas versiones con la variante de “patas” en lugar de “píes”, esto es: «buscarle las cinco/tres patas al gato», aunque creemos que el uso preponderante sigue recurriendo al numeral “tres” (si bien hemos escuchado también adaptaciones con “cuatro” patas).