Engodar y otras expresiones animalizadas (III)

Luis Rivero en Suplemento de Cultura de La Provincia/DLP sábado 8 febrero 2020

«Cuando los animales hablaban» es un dicho usado en algunas islas para referirse a tiempos remotos. Si bien aquí no hablamos de animales que hablan, sino de comportamientos humanos que se definen por comparación con el mundo animal, la cuestión viene también de viejo. Sus antecedentes se remontan, al menos, a un procedimiento original ideado por Sócrates, pero con mayor presencia en Platón (La República), en el que se define el alma de las personas por similitud con rasgos o actitudes animalescas. Pero este simbolismo animalistase se viene manifestando desde antiguo, sin solución de continuidad, en la mitología y en toda la tradición fabulística.

Nos hemos referido a un grupo de verbos con epónimos animales que expresan metafóricamente caracteres o rasgos definitorios elementales, propios del animal, para describir tipos comportamentales humanos; v.gr.,  «engatusar» que –aunque no exclusivo del español de Canarias, es una expresión recurrente en las islas– que recordándonos la actitud zalamera del gato viene a definir la estrategia de quien con halagos y adulación trata de conquistar a alguien para obtener algo. Asimismo nos hemos referido a los infinitivos que nombrando un comportamiento propio o relacionado con un animal, no derivan del epónimo animal de referencia. Es el caso, entre otros, de «engodar» que en sentido recto significa ‘atraer al pescado con engodo’ («engodo»: ‘cebo’ o ‘carnada’), mientras que en sentido figurado define la actitud de quien intenta ganarse las simpatías o favores de alguien mediante atenciones o lisonjas (esto es, «engatusando» o «engodando»). 

Pero existe también un buen número de expresiones metafóricas que en forma comparativa tratan de poner de relieve un elemento característico de un animal para definir el aspecto físico, hábitos de conducta, carácter o actitud de un individuo. Estas expresiones pueden describir estados físicos, como por ejemplo: «estar cansado como un perro» que traslada la imagen cansina del animal echado para expresar la fatiga o extenuación en un individuo; «estar más flaco que un pejín» («pejín» es un ‘pescado pequeño y menudo’ como la sardina o el longorón) para expresar la extrema delgadez o aspecto enjuto de alguien; en el mismo sentido: «estar flaco como un podenco» o «flaco como un hurón». 

Para referirse a los estados de enamoramiento y libidinosos existen también varias metáforas zoológicas, como «estar enamorado como un burro», que aludiendo a la fama de permanente celo y lozanía de este animal se dice del varón que está muy enamorado o encelado. O «estar como los gatos en febrero y marzo», para definir la propensión exagerada al deseo sexual en el varón, lo mismo que «estar caliente como una gata en febrero» para referirse a la mujer. «Estar como un bardino en orilla» se dice (en Fuerteventura) del hombre sexualmente ávido o «estar como un macho amarrado»; o también podemos escuchar: «estar armado como un burro» para referirse jocosamente a cuando el varón da muestras de excitación y evidente vigor sexual.

Sobre las maneras de comer se dan distintos registros que tienen como punto de referencia los hábitos de animales en cuanto al modo de ingerir alimentos. De manera que nos podemos «hartar como una panchona» cuando comemos hasta la saciedad o, por el contrario, se puede «comer menos que un gato viejo», que  evocando a la inapetencia de estos felinos cuando envejecen se alude a la persona desganada o de poco comer. Y lo mismo se puede «comer como un cochino», con referencia al apetito voraz y desmesurado de este animal que se compara con la glotonería y los malos modales en la mesa, que «comer como un pajarito» para, por extensión metafórica, retratar a la persona que come muy poco. Y hasta las maneras de morirse son objeto de metáforas zoológicas. Entre las expresiones «necrozoológicas» más recurrentes encontramos la que dice: «se murió como un perro». Llama la atención, acaso invocando subliminalmente la muerte desdichada de un animal abandonado o en pésimas circunstancias, de cuanta desazón y desagrado pueda provocar la agonía de una persona marcada por inhumanas condiciones de abandono, desdicha, enfermedad o sufrimiento. Por el contrario el símil «morirse como un pajarito» transmite la ternura y lástima que nos invade ante la contemplación de la muerte de una criatura frágil e indefensa.