Enterado de la caja del agua

Luis Rivero 06.03.2020 | 19:58

El otro día, en ambiente distendido propio de un tenderete con los amigos de la R.I. de El Burrero, entre bromas y veras, Juan J. largó con ironía, refiriéndose a Blas S.: “Este sabe hasta las horas de agua que tiene la parroquia”. Queriendo decir con ello que “está enterado de todo”. Y en efecto, en otra ocasión, el buen Blas nos ilustró acerca de las 840 horas de agua (de 36.000 litros la hora) que agrupa la Heredad Principal y Mina de El Carrizal. Sobre el número de herederos (101), con su dula cada 18 días, y un día y medio al mes para remate de la Heredad. [La dula es el turno de riego que corresponde a cada heredero conforme a las horas de agua que posea de la gruesa o caudal principal que discurre por la acequia. El remate es el derecho a adjudicarse las horas remanentes o sobrantes]. ¿Que por qué les cuento todo esto? Porque aquella anécdota me llevó a indagar sobre el sentido y origen de la consabida expresión que enseguida pasamos a comentar. El significado más común y los usos habituales que conocemos del dicho “entera(d)o (de) la caja (de)l agua” (en ocasiones se pronuncia contrayendo y eliminando las preposiciones) es el de una suerte de “insulto” que desacredita o desautoriza a alguien. Una persona “enterada” es la que se las sabe todas (“sabelotodo”), entrometida, novelera, que se las da de saber mucho hasta mantener una actitud repelente, pero a la que no se le reconoce saber ni autoridad alguna, sino más bien lo contrario. El calificativo “enterado” con el complemento “de la caja del agua” intensificaría ponderativamente esta fórmula ofensiva.

En cuanto al origen de la expresión se han barajado diversas hipótesis. Hay quien la relaciona con la costumbre del reparto de agua embotellada a domicilio. Evocaría aquella imagen en la que el camión del Agua de San Roque o del Agua de Agaete, por citar dos embotelladoras ya desaparecidas, repartían por las casas el agua en cajas.

Esta peculiar forma de comercio, que en realidad continua subsistiendo en los pueblos, implicaría -según esta hipótesis- que el hombre que hace el reparto estaría al corriente de las últimas novelerías y chismes que iría transmitiendo de casa en casa, por estar enterado de todo lo que pasaba. En realidad la hipótesis nos resulta un tanto artificiosa y poco verosímil, entre otras cosas porque al hombre que reparte el agua nunca se le ha identificado -que sepamos- por “el de la caja del agua”, sino “el del Agua (de) San Roque” o “el del Agua de Agaete” (“¡Agua San Roque!” o “¡Agua de Agaete!” era y -adaptado a otras casas- sigue siendo el santo y seña de los repartidores).

Otras hipótesis más verosímiles relacionan la etimología del dicho con las “cajas de reparto de agua” en las acequias principales de las heredades. Junto a estas “cajas de reparto” o “cantoneras” (también llamadas “troneras”) solían acondicionarse “lavaderos” en las acequias. A estos lavaderos acudían a diario gran números de mujeres a lavar la ropa, momento que aprovechaban para “alegar”, y algunas para “noveleriar” y “chismiar”. Siempre había una “chismosa” y “contadora” que todo lo sabía y de todo opinaba, y esa sería “la enterada de la caja del agua”.

En este mismo contexto relativo a las acequias de las heredades de agua, hay quienes sugieren que “el enterado de la caja del agua” se identificaría con el “espabilado” que de manera furtiva manipulaba las tornas en la cantonera para “sustraer” el agua de la dula de otro regante. Sin embargo, con independencia de que efectivamente se diera la sisa de agua, al individuo que “roba” el agua ajena se le llama ladrón y no “enterado”. Aunque de sólito las cantoneras de reparto estaban vigiladas por un “ranchero” o “acequiero” de la heredad que se encargaba de “soltar” y “cerrar” el agua a los regantes según su dula.

Otra hipótesis que nos atrevemos a formular sobre el origen de la expresión es que acaso este individuo (“el enterado”) se refiera a quien está al corriente de todo, “golisneando” (“metiendo las narices”) o “noveleriando” en asuntos de la heredad que ni siquiera le conciernen; que está al tanto de las dulas, de las horas de agua que se venden, de quien las compró, y que sabe de aforos, de remates y de pleitos. “De la caja del agua” sería el epónimo que identifica a este personaje metomentodo, entrometido y que se las sabe todas. Este modismo, en cualquiera de las hipótesis, se habría generalizado y trasladado por lexicalización a otros ámbitos.