La cáscara guarda el palo

Luis Rivero 17.07.2020 | Suplemento de Cultura de El Día/La Opinión de Tenerife y La Provincia/DLP

Esta frase proverbial se usa para señalar en tono satírico que alguien es poco amigo de la higiene. Se escucha en Canarias y es muy usual en diversos lugares de América. La “cáscara” se le dice en el español de Canarias (y de América) a la ‘corteza’ o’cubierta’ exterior de los árboles y arbustos, de tubérculos (papas), de frutas (plátanos), de semillas, de algunos crustáceos (lapas), huevos y otros alimentos, como el pan y el queso. Pero también se usa en sentido figurado para referirse a la ‘costra’ que se forma y acumula en la piel por falta de aseo. [Es decir, la “raña”: suciedad, porquería que se acumula principalmente en codos, rodillas y tobillos y que denotan una ausencia total de limpieza]. 

La voz “palo” parece tratarse de un americanismo arraigado también en Canarias para nombrar la ‘madera del árbol’ o el ‘árbol’ o ‘arbusto’ y su uso está generalizado en gran parte América. Aunque se apunta también un posible origen isleño si se considera la nomenclatura de una serie de endemismos macaronésicos, como el “palo blanco”. El empleo de “palo” como sinónimo de ‘árbol’ o ‘tronco’ se advierte asimismo en dichos como el que nos recuerda que “todo palo no sirve para trompo”. En sentido propio quiere decir, pues, que es la “corteza” (la “cáscara”) la que ‘protege’ (“guarda”) al ‘árbol’ (“palo”) de cualquier “agresión” externa, ya sea de la erosión o de la propia biocenosis. 

En sentido figurado se dice de la persona poco aseada, que descuida la higiene corporal. En ocasiones se utiliza, con ironía, como argumento justificativo por el mismo sujeto poco atento a la limpieza. 

En cierto modo vuelve a coincidir, o al menos se acercan bastante, la sabiduría popular con el propio saber científico. No en vano, existe un amplio consenso entre inmunólogos y médicos que sostiene que un exceso de limpieza hace que el sistema inmune pierda funcionalidad o se debilite hasta hacerlo más vulnerable. El fundamento de tal afirmación parece estar en que el sistema inmunológico ( el encargado del “escudo” de protección del cuerpo humano, como mismo la “cáscara guarda el palo”) se refuerza a medida que tiene que hacer frente a los patógenos presentes en el ambiente. Lo que no deja de tener su lógica sobre la base del mismo principio que explica que los músculos se atrofian si no se usan suficientemente. Es decir que cuando nos aseamos con demasiada frecuencia, perdemos parte de la barrera protectora de la piel quedando a merced del ataque de microorganismos extraños. En definitiva, quedamos expuestos ante la agresión de bacterias, virus y otros patógenos “desconocidos” por nuestro sistema inmunitario; lo que ofrecería al jediondo, desde un punto de vista “científico”, la excusa perfecta para no lavarse y cultivar una costra de mugre en todo el cuerpo que, paradójicamente, le protegería. Por eso, a mayor razón, se excusa con gracejo la persona que solo se baña ocasionalmente: “¡La cáscara guarda el palo!”. 

Pero conviene ponderar tal afirmación. No se trata de “tener más mierda que el palo de un gallinero”, como dice otra expresión escatológica al uso para señalar a quien huye del agua “como gato escaldado”, pero bien es cierto también que “cochino limpio no engorda”, que se usa para censurar la higiene el exceso y demás melindres.