Estás aplatanado


©Luis Rivero 01.08.2020/ en suplemento Cultura La Provincia/DLP

La expresión no es exclusiva de las islas ni mucho menos, es también de uso común en el españolde España y de América, si bien puede tener un sentido diverso y de hecho tiene un valor singular en Canarias. El Diccionario registra la voz “aplatanado” (adj. ‘indolente’, ‘inactivo’) como participio del verbo “aplatanar(se)”(de ‘plátano’) con el significado de ‘causar o entregarse a la indolencia o inactividad”. En el español de Canarias y en algunos lugares del Caribe se usa para referirse a la adaptación o “aclimatación” de un forastero al modo de vida, costumbres y actitudes vitales propias del país de acogida (‘acriollarse’). Es decir, ‘adaptarse o hacerse a un lugar y, en Canarias, especialmente adaptarse a las costumbres y modo de vida isleños’. 

El “aplatanamiento” (‘acción de aplatanarse’) puede ser entendido como un término de “ida y vuelta”, podríamos decir. Tendría, pues, un valor exógeno frente a un valor endógeno. Desde el punto de vista exógeno define al isleño tal como nos ven desde fuera, “los otros”, expresa lo que el foráneo que nos visita piensa del canario. [En ocasiones se escucha que “los canarios están/son aplatanados” (“estáis/sois”), frases en las que la línea que separación de los verbos “estar” y “ser” puede ser tan sutil que se confunde un estado coyuntural o modo de estar o comportarse (‘estar’) con un rasgo congénito y definitorio (‘ser’), es decir, con una condición de permanencia en el mundo]. El sentido endógeno muestra como utiliza el isleño este concepto. Puede hacer referencia como hemos dicho a la adaptación de modos de vida, usos y costumbres locales por parte del peninsular o del guiri que recala por estos lares. Pero también puede tener un carácter autorreferencial al reproducir el mismo cliché construido y difundido desde fuera. 

Por otro lado el término “aplatanado” se define en relación a un participio antagonista con el que forcejea: “emancipado”. La actitud indolente que se nos atribuye, que a menudo se acompaña de términos como la sumisión, la inmadurez o el complejo de inferioridad frente al “colono” (por recurrir a la terminología fanoniana), desemboca en el terreno de la alienación. Puede decirse así que “aplatanado” –en el caso canario– sería antónimo de “emancipado”; término que en sentido recto, pero también metafórico implica el liberarse de la patria potestad, de la tutela, y por ende, de cualquier servidumbre, subordinación o dependencia. No en vano, el psicólogo Manolo Alemán se refería a Canarias como una “sociedad sin padre”, como uno de los rasgos identitarios que la definen. “Sin padre” quiere decir que carece de un referente de autoridad sobre el que cimentar los conceptos de seguridad, confianza y estabilidad, que conforman los elementos imprescindibles de la emancipación. Esto es, superar el estado servil, la inmadurez como pueblo, el “destetarse” de una sociedad con claros rasgos matriarcales. Dicho en palabras del antropólogo Ángel Sánchez que subraya como rasgos de este pueblo: “ignorante, emigrante, pacífico, conformista, hospitalario, adaptable […] clasista, inmaduro, cobarde e inferiorizado frente a los poderes establecidos, los deberes y las leyes”. 

Todos estos son elementos significantes de ese estado conformista y sumiso que es el “aplatanamiento” pertinaz que nos define y que se nos atribuye desde fuera (con el que inconscientemente nos identificamos porque de algún modo así se nos ha etiquetado e inculcado). Pero el selfie quedaría incompleto si no “reseteáramos” la situación en base a parámetros actualizados. Este estado de mansedumbre congénito que pudiera ser tachado de cobardica y sumiso (aunque algunos lo adornan de espíritu “tolerante”) sufre necesariamente una reacción/adaptación amplificada cuando concurre con la abducción colectiva instrumentalizada a través de internet, las nuevas tecnologías y las redes sociales.  

El aletargamiento, la ignorancia, la indolencia y la apatía conforman ese estado de “neurastenia” social al que aboca al individuo la “robotización”  inducida desde el “sistema”. Y que como efectos más patentes ha terminado por degradar el estatus de ciudadanos hasta convertirlos en pasivos “consumidores”, reduciendo la sociedad a un gran mercado donde las conductas no obedecen a la voluntad individual ni colectiva, sino a estímulos bien definidos desde “el puente de mando”. Lo que en buena medida tendría algo que ver con el shock  que pudo suponer a la memoria histórica y genética de la población canaria el salto en apenas cinco siglos  de los “letreros” de barranco Balos a los emoticonos del wasap.