¡Es más listo que el hambre!

Luis Rivero. Suplemento de Cultura de El Día/La Opinión de Tenerife y La Provincia/DLP….. 02.10.2020 |

Conocido es el recurso a las oraciones comparativas para expresar hiperbólicamente una cualidad determinada de algo o una característica de un sujeto, ya sea física o inmaterial. A esta fórmula obedece el dicho que sin duda el lector habrá escuchado o hecho suyo en alguna ocasión. Si bien no se trata de un aforismo genuino del español de Canarias, se ha incorporado con naturalidad al acervo isleño. Se trata probablemente de una versión coloquial o deformada del antiguo refrán castellano: “La necesidad es maestra” o “no hay mejor maestra que el hambre” que en diversas formas viene citada por distintos clásicos de la literatura española y registrada por Correas como: “La necesidad hace maestros” y “La hambre despierta el ingenio”. El proverbio da a entender que es la insatisfacción de las necesidades primarias la que hace del menesteroso una persona avisada y hábil. Y dentro de estas necesidades ocupa un lugar primordial la alimentación. 

Esta relación entre tener hambre y la agilidad mental se explica en realidad por una concatenación de reacciones fisiológicas. La sensación de hambre se produce por los efectos inducidos por determinadas sustancias en el cerebro. La hipoglucemia, por ejemplo, que indica un bajo nivel de glucosa en sangre, viene a estimular la región cerebral del hipotálamo, responsable a su vez del impulso que nos obliga a comer. Esta reacción activaría a su vez los procesos necesarios para la obtención de alimento, desencadenando la actividad de distintos neurotransmisores que dotan al sistema nervioso central de claridad en las ideas y en la percepción del medio, y en definitiva aumentan la neuroactividad cerebral dirigida a la búsqueda de nutrientes. Una vez que la fuente alimentaria está localizada entra en funcionamiento la adrenalina que suministrará al organismo las reservas energéticas necesarias hasta la obtención del alimento. De ahí que el aserto popular concluya que el hambre hace a las personas que la padecen más diligentes y sagaces 

En español, la expresión “tener hambre” define la sensación de ganas y necesidad de comer. Esta locución concibe el hambre como una cosa, como un objeto poseído (“tener”). Lo que no deja de ser una entetificación del hambre (como mismo ocurre con las expresiones: “tener frío” o “tener sueño”). Pero esta conceptualización lingüística de la realidad puede ir más allá, hasta convertirse casi en una figura retórica que consiste en atribuir a seres inanimados o entes abstractos (v. gr., el hambre) cualidades o características propias de los seres animados o incluso típicas de los seres humanos. Esta metáfora personifica el hambre como poseedor de un rasgo que se atribuye por excelencia a Homo sapiens, esto es, el “ser listo”. Voz que pondera la agudeza y la sagacidad de un individuo. 

Esta personificación del hambre atribuyéndole una actitud propiamente humana o que vemos o inferimos en ciertos animales, no es del todo infrecuente si nos atenemos a la figura literaria ampliamente difundida. La propia imagen metafórica de los cuatro jinetes del Apocalipsis bíblico nos representa el “hambre” -según la exégesis tradicional- como un jinete que cabalga sobre un caballo negro, dotándolo incluso de un aspecto humano. O en este otro antiguo refrán castellano que dice: “Guerra, peste y carestía andan siempre en compañía”. La metáfora representa la guerra, las epidemias y el hambre afirmando que “andan siempre juntas”, y no por separado, evoca quizá en el inconsciente colectivo la misma imagen apocalíptica.