Lo bueno dura poco

Publicado en los suplementos de Cultura de La Provincia/Diario de Las Palmas y El Día/La Opinión de Tenerife del sábado 18.09.2020

Aunque de uso corriente en las islas, en realidad se trata de un adagio de ámbito universal que podemos encontrar en fórmulas similares en otras lenguas y culturas de nuestro entorno, además del castellano.

Se utiliza de sólito como frase conclusiva ante un resultado que convencionalmente se juzga poco o nada ventajoso, por lo que raramente observa un carácter predictivo. Viene, pues, a justificar un desenlace del todo lógico desde el punto de vista del hablante. El contexto más propio se da cuando se pone fin o está a punto de concluir una situación favorable o de confort, como por ejemplo: a la vuelta de las vacaciones; en tales circunstancias, quien sufre el menoscabo se lamenta por lo efímero de las condiciones privilegiadas de que disfruta, a lo que nuestro interlocutor, “quitado hierro al asunto”, nos recuerda que lo bueno dura poco. A veces se pronuncia en tono de consolación ante una reacción o sentimiento de desánimo. En ocasiones es intercambiable o viene acompañado por expresiones similares como: “¡Se acabó lo bueno!”, que pronunciado con cierta sorna intenta dar de merecer a quien se resiente por la pérdida o bien se exclama con aire de resignación. Otras expresiones periféricas a aquella y que ponen énfasis en la buena vida como sinónimo de ociosidad y holgazanería son: “a lo bueno se acostumbra (uno) rápido”, “pegarse la buena vida”, “vivir como un cura”, “rascarse la barriga”, “no dar un palo al agua” o “tumbarse a la bartola”, entre otras muchas.

La moraleja de la expresión podríamos circunscribirla ideológicamente hablando –por así decirlo– entre los dichos que se conforman bajo el influjo de las corrientes ascéticas cristianas (ascetismo), que infunden la creencia en la existencia terrena como un paso tortuoso por «este valle de lágrimas» y pregonan la austeridad y la templanza frente a toda vivencia.

Desde la vertiente de la psicolingüística podría encuadrarse en la manifestación de un pensamiento en esencia pesimista. Con ello sealude doctrinariamente a la efímera duración de las situaciones que nos transmiten alegría o placer; y señala que, por lo general, en la vida abunda más el infortunio que la dicha. Lo que no deja de ser una visión sombría del mundo y de las cosas que nos rodean. Advierte de no habituarnos ni regocijarnos demasiado porque “lo bueno dura poco” o como expresa aquel otro dicho popular: “después del gusto viene el disgusto”, que en términos generales podría concordar con la imagen cuasiarquetípica del palo y la zanahoria.

El tono de resignación del dicho lo convierte en inapelable. Cuando en realidad no tiene por qué ser necesariamente así “ni está escrito en ninguna parte” que lo bueno tenga que durar poco, si bien es verdad que “lo bueno, si es breve, dos veces bueno”, aunque se trata de una antonimia en cuanto uno elogia la brevedad y el otro la lamenta.«Lo bueno, si breve, dos veces bueno» es un refrán que recoge un viejo ideal estilístico: el de la brevedad como una de las virtudes de la narrativa. Dicho ideal se remonta a comienzos de la retórica griega, pues ya el noto orador Isócrates exigía que el discurso forense fuese breve.

“Lo bueno dura poco” expresa, pues, una idea que pesa en el inconsciente colectivo de manera determinante, excluyendo un juicio de valor del que se pueda concluir lo contrario. Y es esta fuerza de las palabas que se repiten en forma de sentencia la que marca esta “incontestable” convicción porque, a fin de cuentas, “hay que estar para las duras y para las maduras”.