Al acebuche no hay palo que lo luche

Al acebuche no hay palo que lo luche 

Este aforismo genuinamente isleño hace referencia a las cualidades del palo de acebuche para la práctica de la «lucha con garrote».  El acebuche (del árabe hisp. azzabúg) u olivillo es un endemismo de Canarias presente en todas las islas. Se trata de un arbusto perteneciente a la familia de las oleáceas, una especie de olivo silvestre, del que no se aprovechan sus frutos, pero sí su madera. Ya los primitivos canarios la usaban para hacer fuego, para fabricar herramientas y utensilios, e incluso armas. Su madera es muy apreciada en la elaboración del «palo» o «garrote» para ejercitarse en este «arte de combate» que es el «palo canario» (además de para otros usos, como lo es el garrote del pastor). El dicho, que funciona a modo de superlativo, expresa la calidad suprema y los óptimos resultados de la «vara» obtenida a partir de una rama de acebuche. Pero esto exige un cuidadoso proceso de selección y una técnica de elaboración cuasi ritual que va desde elegir el palo (una rama bien derechita, del largo y grosor justos); cortarla con la luna y en la estación adecuadas (los expertos aconsejan con los fríos del invierno y con la luna en menguante); dejarla secar protegida del sol y de la humedad; enderezarla, con distintas técnicas rudimentarias pero eficaces,  y darle fuego para acabar de enderezarla y quitarle la cáscara (o ‘corteza’). La madera de acebuche que se caracteriza por su dureza y flexibilidad, después de este proceso –que puede durar hasta un año– gana en fortaleza y consistencia.  

«No hay palo que lo luche», asevera este dicho popular en una clara alusión comparativa a otras especies arbóreas de las que también se extraen los palos, como el escobón (otro endemismo de las islas cuya madera tiene fama por su dureza), el almendrero o el brezo, entre otros. Pero según la tradición popular, el acebuche las bate a todas por sus especiales cualidades de maleabilidad y dureza.  «Que lo luche» quiere decir, en sentido figurado, «que no hay quien se meta con él», «que no hay quien le haga sombra» porque es indiscutiblemente el mejor. Así existen una serie de máximas rimadas que se encargan de confirmarlo: «al escobón le dio un bofetón»; «al brezo y al escobeso (‘codeso’) le dio por los bezos»; «al almendrero le dio palos en el terrero»; «de la melosilla hizo astillas» o «al barbusano no le dejó un hueso sano». Lo que hace pensar en la importancia de la elección de la madera para la fabricación del palo como determinante para vencer en «combate». El «garrote» se denomina de diversas maneras según las islas: «palo», «lata», «asta», «vara», «lanza», etcétera. El palo canario o lucha del garrote es una técnica de combate de origen ancestral que era utilizada entre los antiguos canarios, aunque también podía tener un carácter lúdico en determinadas celebraciones, como mismo se da hoy en las islas y con otras prácticas similares de algunos lugares del continente africano. El enfrentamiento se practica entre dos luchadores y se trata de ganar al contrario valiéndose de un palo o garrote (que puede tener distintos tamaños y grosor según la costumbre de cada isla o la estatura del luchador). El palo sirve tanto de instrumento ofensivo, para acertar golpes al rival, enganchar o «clavar» el palo, como de arma defensiva, evitando o parando golpes o «varillazos». Los gestos o movimientos de defesa y ataque se conocen como «braceo» y «mudar las manos», mientras que las «trabas» o «zapatas» son lances para tratar de derribar al contrario.  Además de una depurada técnica, este juego tradicional exige gran agilidad, fuerza y reflejos en los luchadores. Pero el aforismo parece atribuir todo el mérito del triunfo a las «armas de combate» utilizadas más que a la destreza y habilidad en su uso. Como si mismo emularan las historias de cuchilleros de Borges, en cuyos duelos contaban más las armas que los hombres. Sobre todo cuando estas habían pertenecido a gauchos célebres [«Eran cuchillos que en su manejo se habían hecho famosos»; El encuentro, Borges]. Pero el dicho «al acebuche no hay palo que lo luche» no es más que una expresión hiperbólica para hacer valer que el mejor palo para esta práctica es el de madera de acebuche, dada su fortaleza, resistencia y la agilidad que procura en su manejo que, si bien no aseguran la victoria, al menos, pueden contribuir a un buen resultado en la contienda.