¡Cruz, perro maldito (de) los infiernos!

Luis Rivero , en el suplemento Cultura de La Provincia/DLP y El Día/La Opinión de Tenerife, del sábado 01.10.22

Cuenta la leyenda popular que en el día de san Miguel (29 de septiembre en el santoral católico) «el diablo anda suelto» y, por tanto, se exhorta a extremar las precauciones, pues pueden sucederse todo tipo de desgracias de las que se responsabiliza al mismísimo demonio, a sus secuaces y adoradores. El encargado de «tenerlo a raya» es el mentado arcángel, del cual apenas se habla en el Antiguo Testamento donde aparece en el Libro de Daniel como Mija-El,«uno de los príncipes supremos» y alguna otra referencia aislada en algunos textos apócrifos. En el Apocalipsis, sin embargo, es presentado como comandante al frente de los ejércitos celestiales. La iconografía religiosa tradicional desde antiguo venia representando al demonio como ser antropomorfo con un aspecto deforme, a veces con manifiestos defectos físicos, como la cojera, otras veces provisto de pezuñas, cuernos y rabo bovino. Pero se dan también representaciones íntegramente zoomórficas como la del macho cabrío. Con probable origen en la tradición judía del «chivo expiatorio», según la cual, el sumo sacerdote sacrificaba un macho cabrío para expiar los pecados de los israelitas. Por lo que no parece causal que una de las representaciones más comunes en la tradición demonológica sea la del macho cabrío. Parte de este imaginario es la representación «reptiliana» asociada a la serpiente y al dragón, lo que parece tener su parangón en el mito griego de Apolo en su lucha contra la serpiente Pitón. De hecho hay quienes afirman que el Apolo griego tiene su homólogo, por así decirlo, en el arcángel Miguel de la tradición judeocristiana. Tal hipótesis se alinea con la opinión de que los panteones de las distintas tradiciones observan mitos semejantes en la construcción de la  «mito-historia». En la iconografía e imaginería religiosa se representa al arcángel san Miguel con indumentaria guerrera dando muerte al diablo en forma de dragón, de serpiente y, más raramente, como un ser grotesco con cabeza de perro y cola de dragón, dientes como cuchillos y pezuñas de bestia inmunda [Como se representa en la talla del escultor Luján Pérez existente en la iglesia de la localidad de Valsequillo, Gran Canaria, cuyo patrono y protector es el arcángel san Miguel]. La leyenda cuenta que el diablo en forma de perro negro se soltó de sus cadenas y el día de san Miguel anda por ahí  «haciendo de las suyas». Hay quienes han atribuido esta leyenda/mito del demonio transformado en can a la imagen del san Miguelde Luján Pérez que data del año 1801, si bien en algunos bestiarios antiguos «el perro negro era considerado un mal demoniaco» y numerosas obras de arte en varios lugares de América representan al demonio en forma de perro. Pero es probable que la creencia popular de que el diablo anda suelto en forma de «perro negro» tenga resonancias de la leyenda de los antiguos canarios que representaban la imagen del mal y, por ende, de los demonios –mito antagonista del bien– como perros lanudos, oscuros y feroces, figuras que formando parte del imaginario habrían permanecido en el inconsciente colectivo durante siglos. Estos seres, reales o fantásticos, eran conocidos como «tibicenas», sobre los que existen varias leyendas. Se dice que para los antiguos, los tibicenas eran espíritus diabólicos que se manifestaban en forma de grandes perros que atacaban al ganado y a la gente. Para aplacar a estos seres se les hacían ofrendas de comidas en lugares elevados de las montañas y en las cuevas, donde también se sacrificaban animales [lo que recuerda la costumbe de los holocaustos en la tradición abrahamicay las hecatombes en la tradición greca]. Esta creencia popular que cada 29 de septiembre, no se sabe por qué arte del demonio, el «perro maldito» (o el diablo en cualquier otra forma) se libera de sus cadenas y se escapa parece estar presente en distintos pueblos de las islas. Subyace en esta la idea de que tras sembrar el «caos» que supone que el diablo ande suelto, concluye con la lucha del arcángel Miguel con su antagonista vencido y sometido, una alegoría del conflicto entre las fuerzas del bien y del mal que acaba con la victoria del bien sobre el mal y el restablecimiento del «orden natural». En este contexto, entre la leyenda y la superstición, se sitúa esta suerte de conjuro de protección frente a cualquier evidencia de mal o peligro, en especial los atribuidos a las brujas, hechiceras y demonios: «¡Cruz, perro maldito (de) los infiehno(s)!». Es propio de ambientes rurales y supersticiosos que no obstante basarse en creencias pararreligiosas, aporta elementos sincréticos entre las artes mágicas y el cristianismo. De ahí que la cruz sea invocada en primer término como escudo protector del que, acompañado del gesto de santiguarse, según la creencia popular, emana una especial fuerza de rechazo frente a los poderes ocultos o cualquier desgracia.