El diablo está en los detalles


Luis Rivero en La Provicia/DLP 11 de mayo 2022.

Un episodio poco conocido entre los antecedentes de la guerra de Irak  (2003-2011) fue la decisión del gobierno iraquí, anunciada en noviembre del 2000, de convertir en euros el fondo iraquí del petróleo. A la sazón estaba en marcha el programa de las Naciones Unidas Petróleo por alimentos que permitía aliviar en parte los efectos que sobre la población tenían las sanciones impuestas al Estado iraquí tras la invasión de Kuwait en 1990. En la práctica, Irak podía seguir vendiendo una parte de su petróleo para la adquisición de alimentos, medicinas y satisfacer otras necesidades básicas. Si bien parte de los ingresos obtenidos por la venta del petróleo eran destinados al resarcimiento de EE. UU. por los costes ocasionados en su intervención en la guerra de 1990, el resto de los ingresos iban al fondo de titularidad iraquí que era gestionado por la ONU. Y obviamente la venta del petróleo se venían efectuando en dólares como era práctica común en el comercio internacional. La decisión de reconvertir la divisa de pago de dólares a euros resulta de transcendental importancia para entender las verdaderas razones que motivaron el ataque de EE. UU. y otras potencias a Irak en 2003. Este «detalle», sin embargo, pareció ser ignorado por la prensa occidental (con la excepción de un par de medios franceses que se hicieron eco de ello). Los efectos de esta medida sobre la moneda norteamericana no se hicieron esperar en el mercado internacional de divisas. Tras el anuncio hecho por Sadam Husein, el dólar se desplomó a un histórico 0,85$ frente al euro. De modo que el asunto empezó a preocupar a la Casa Blanca. Pero el problema –quizás– no era tanto las pérdidas inmediatas que suponían la conversión de los 65 mil millones de dólares que administraba el fondo iraquí del petróleo, sino que cundiera el ejemplo iraquí entre otros países miembros de la OPEP. Y efectivamente, Indonesia, Venezuela, Rusia e Irán comenzaron a considerar la posibilidad de diversificar las divisas en la venta de petróleo. El temor fundado de Washington a que se desatara una auténtica guerra de divisasque hiciera peligrar el estatus del dólar en el comercio internacional, según algunos analistas, sería determinante para la intervención militar posterior. Dicho de otro modo, y a falta de argumentos más convincentes que las misteriosas «armas de destrucción masiva», la exclusión del dólar en las transacciones del petróleo iraquí estaría muy probablemente entre las razones de fondo del ataque a Irak. De hecho, uno de los primeros efectos de la invasión anglo-americana fue la revocación del programa Petróleo por alimentosy la reconversión del fondo iraquí del petróleo, de nuevo, a dólares.

A finales de 2005, el gobierno del Irán, a través del entonces presidente Ahmadinejad, anunció la puesta en marcha de una bolsa de contratación de petróleo, gas y otros derivados en la isla de Kish (en el Estrecho de Ormuz). La bolsa operaría online  para todo el mundo y la novedad principal era que excluía el pago en divisa norteamericana, ya que solo se podrían realizar transacciones en euros y otras divisas nacionales. Hay quienes vieron en este «detalle» otra declaración deguerra de divisas, esta vez por parte de IránLo cierto es que la apertura de la Bolsa petrolera iraní, prevista para marzo de 2006, fue aplazada sine die“debido a problemas técnicos”, según el Ministerio del Petróleo de Irán. Hay quienes piensan, sin embargo, que fue la creciente tensión generada entre Estados Unidos e Irán lo que motivó el aplazamiento indefinido de su puesta en marcha. La Bolsa de la isla de Kish se inauguró finalmente en febrero de 2007 y en diciembre de ese mismo año Irán informó que había convertido todos sus pagos  por la exportación de petróleo a monedas distintas al dólar. La tensión entre ambos países no ha cesado desde entonces. 

En noviembre de 2009 el Banco Central iraní hace públicos los beneficios obtenidos por su decisión de deshacerse de los dólares existentes en sus reservas de divisas y sustituirlos por la moneda europea.Aunque los medios occidentales parecen seguir ignorando o no dándole la trascendencia que realmente tienen ciertos «detalles» menos visibles, parece innegable que en el contencioso entre EE. UU. e Irán está latente una solapada guerra de divisasque ha puesto en jaque al imperio del dólar. La creación de la bolsa petrolera iraní puso fin al monopolio del petrodólar en el mercado del crudo. Como mismo sucediera en el año 2000 a raíz de la decisión de Sadam Husein de convertir en euros el fondo iraquí del petróleo, se especuló que el pago de transacciones del petróleo iraní en euros (y otras divisas) en lugar del dólares podría causar una reacción en cadena entre consumidores y productores de petróleo que lo comercializaran en euros u otras divisas distintas al dólar. 

         En diciembre de 2015, el entonces primer ministro ruso Dimitri Medvédev invitó a los socios de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) a unirse a la iniciativa rusa de realizar las operaciones financieras en monedas nacionales. En resumidas cuentas, se trataba excluir el uso del dólar en las transacciones financieras. Como telón de fondo de esta medida aparecen las «sanciones» que se vienen sucediendo contra Rusia desde el 2014 hasta llegar a 2022, en que, a raíz de la intervención militar en Ucrania, se intensifica la batería de medidas para intentar ahogar la economía rusa. [«Sanciones»  que, paradójicamente, no dejan de ser una auténtica autoflagelación para Europa, al amenazar con la carestía de los combustibles y materias primas, con una inflación galopante y hasta hacer peligrar el suministro de gas ruso].

A raíz de las últimas «sanciones»contra Rusia, algunos bancos rusos han quedado excluidos de la red de pagos internacionales SWIFT, con las lógicas consecuencias sobre las transacciones internacionales. Para tratar de paliar los efectos de esta medida China, Rusia y los socios de la Comunidad Económica Euroasiática (que agrupa, además de Rusia, a Bielorrusia, Kazajastán, ‎Kirguistán y Tayikistán) trabajan en la creación de un sistema de pagos internacionales alternativo que podría diseñar un nuevo escenario en el sistema financiero internacional en el que el yuan chino tendría un papel relevante y que pondría fin a la supremacía del dólar estadounidense como moneda de reserva mundial y de las transacciones internacionales.

En este escenarioel gobierno ruso, en una decisión táctica que trata de amortiguar el peso inmediato de las «sanciones», ha exigido a los clientes de los países «hostiles» a pagar la compra de gas en rublos, en lugar de  euros o dólares como venía siendo habitual. La iniciativa –según algunos analistas– parece más un intento de incentivar la demanda de rublos entre los clientes del gas ruso en los mercados internacionales de divisas, lo que permitiría una revalorización de esta moneda (piénsese que el rublo llegó a depreciarse respecto al dólar hasta un 50% a raíz del conflicto). [Si así fuera, la medida ha surtido un efecto inmediato, el pasado 23 de marzo,  a raíz del anuncio efectuado por Vladimir Putin, el rublo se apreció en el mercado de divisas un 8% respecto al dólar]. Sin embargo, la decisión no parece aislada ni novedosa, sino que está en la línea de la política impulsada por Rusia desde el 2015 o incluso desde 2009 se viene trabajando en propuestas similares en el seno de los llamados BRIC (que agrupa a Brasil, Rusia, India y China). El Banco Central de Rusia señalaba que en enero de 2022 el peso del dólar en sus reservas de oro y divisas era del 16%, una cifra inusualmente baja. Sin embargo, esta tendencia a deshacerse de la divisa norteamericana en sus reservas parece en aumento en todo el mundo. En el tercer trimestre de 2021 la participación de la divisa estadounidense en las reservas internacionales del mundo era de un 59% frente al 71% de principios de 1999, es decir, un 12% menos en los últimos 22 años [según Reuters]. Otro dato indicativo es que el pasado mes de marzo, China se deshizo de bonos del Tesoro norteamericano por un valor de 20.000 millones de dólares.

En medio de lo que a todas luces es una nueva guerra de divisasen la que a medida que se intensifican las sanciones impulsadas por EE. UU. contra otros países, como Irán (desde 2006) y Rusia (desde 2014), avanza la desdolarización de la economía mundial por la conversión de reservas de divisas y pagos en las transacciones internacionales en monedas distintas al dólar estadounidense. A esta progresiva desdolarización contribuirá sin duda el bloqueo al acceso de Rusia a sus reservas internacionales de divisas, pues con ello –como afirman algunos analistas– se está enviando un mensaje a todos los Estados soberanos de que no pueden considerar que estas reservas de dinero sean realmente suyas en caso de tensión o conflicto. Dejaría de tener sentido que los gestores de las reservas mundiales guarden dólares en sus depósitos por seguridad que podrían ser incautados o bloqueados cuando más lo necesitasen sus depositantes. Como ya sucedería con los talibanes en Afganistán en 2021 cuando se vieron privados del acceso a sus reservas de divisas, y ahora con Rusia. La incertidumbre de los bancos centrales de los Estados soberanos de no saber si pueden disponer de sus reservas en dólares podría animar a estos a diversificar su cartera de divisas y a abandonar progresivamente el dólar.

En un escenario hipotético en el que el dólar tenga un papel cada vez menos relevante en los mercados internacionales, incluso en el que EE. UU. tuviese que adquirir euros o yuanes (u otras divisas) para comprar petróleo o pagar sus importaciones podría provocar el colapso de la economía norteamericana con riesgo de una depresión sin precedentes. Estados Unidos ha gozado hasta ahora de una posición privilegiada en cuanto a su déficit ya que puede imprimir moneda para financiarlo gratuitamentesin grandes riesgos. No sucede lo mismo en los países que se endeudan en dólares para financiar su déficit. Pero hay quienes piensan que este privilegio podrá subsistir mientras sus socios comerciales sigan aceptando dólares como medio de pago. Y he aquí otro «detalle», las compras de bonos del Tesoro por parte de inversores extranjeros han disminuido notablemente en las últimas décadas. Si además se considera que otros países se han deshecho de sus reservas en dólares, el problema empieza a ser serio. Ya desde el pasado mes de abril, China paga en yuanes las importaciones de carbón, petróleo y gas rusos. En marzo, Arabia Saudí, tradicional aliado de EE. UU., negociaba con China el pago en yuanes por la venta de su petróleo. La República Popular compra el 25% del crudo que exporta Arabia Saudí, lo que supondría otro duro golpe al corazón del imperio del dólar. Esto sin considerar que China continúa siendo el principal acreedor de bonos del Tesoro estadounidense, una auténtica espada de Damocles que pende sobre la economía norteamericana.

Hasta ahora, EE. UU. no se ha atrevido a intervenir directamente en Ucrania. Incluso descartó la posibilidad de enviar tropas para repatriar a los ciudadanos estadounidenses afincados en aquel país y en febrero ordenó la retirada  de los instructores militares allí destacados. Rusia y EE. UU. son dos fuerzas antagonistas que mantienen un frágil equilibrio: el temor y respeto de uno frente al otro por el poderío militar que representan es una de las razones por las que hasta ahora se haya evitado el enfrentamiento directo. En definitiva, practicando lo que durante la guerra fría se denominó la «estrategia del terror».

Un hecho que podría romper este equilibrio es que en medio de las crecientes tensiones cristalizara un nuevo orden monetario impulsado por Rusia y China, al que se sumen otras naciones y que amenace con el abandono de cada vez más países del dólar como monedad de reserva. Las dificultades o la imposibilidad del Tesoro norteamericano de seguir estampando dólares como forma de financiar su déficit podría ser un lastre para el incremento y mantenimiento del gasto militar. La cuestión es hasta cuándo está dispuesto  EE. UU. a aguantar esta frágil situación.

Uno de los «detalles» que hay detrás de la escalada del conflicto de Ucrania es la guerra de divisasque se está librando y que pone en peligro la hegemonía del dólar en la economía mundial. Esto abre el debate planteado por algunos analistas de si el privilegio del dólar como moneda de reserva internacional puede estar financiado su posición como superpotencia o si los EE.UU. están valiéndose de su poder militar para mantener el estatus del dólar como moneda de reserva. Y aquí surgen varias cuestiones: ¿Estarían los EE. UU. dispuestos a perder los privilegios mantenidos hasta ahora de financiar su déficit estampando dólares? ¿Y si la pérdida de este privilegio llevase efectivamente aparejada la imposibilidad de incrementar su gasto militar que reasegure su posición de superpotencia? Si así fuera, la política de «sanciones» contra Rusia puede revelarse de una torpeza supina porque, además de castigar sobre todo a la población europea, por efecto bumerang, erosiona la dolarización de la economía mundial con una clara pérdida de poder del billete verde. Se hace difícil entender cómo se pueden adoptar medidas sancionadoras que hacen un daño incalculable sobre todo a las economías europeas y de los países emergentes. ¿Torpeza, error de cálculo o error calculado?  ¿Acaso se pretende crear el caos para que a partir de un escenario bélico de dimensiones mundiales reconstruir sobre los escombros un nuevo orden mundial como sucedió tras la II Guerra Mundial? Quizás para responder a estas preguntas conviene leer entrelíneas y repasar los «detalles» de la historia que pasan inadvertidos porque, como se suele decir, «el diablo está en los detalles».