A burro viejo todo son mataduras

Canarismos

A burro viejo todo son mataduras

Luis Rivero/ publicado en suplemento Cultura de La Provincia/DLP

Este dicho de uso local en algunas zonas de Gran Canaria advierte sobre las dolencias y males de las personas mayores como propios de la edad, es decir: en la vejez, todo son achaques. Tiene un valor específico frente a aquel otro refrán castellano que dice: “a perro flaco, todo son pulgas”. Locuciones afines son: “tener más llagas/más mataduras que un burro viejo” que expresa hiperbólicamente el estado de una persona llena de heridas o dolencias. Hay que diferenciarla de aquella otra que reza: “quitarle la albarda al burro y verle las mataduras”, que da a entender que las carencias o defectos se aprecian cuando la ocasión los deja al descubierto; o referido a las personas: que estas no revelan su auténtica condición hasta que no se las conoce bien.

Pero el dicho nos introduce en un variado repertorio de aforismos y expresiones populares que tienen como protagonista al mismo animal.

La domesticación del burro ( Equus africanus asinus) se estima que pudo tener lugar entre el quinto y el tercer milenio a.C. Periodo este en el que se considera que concluye la primera fase de domesticación (en torno al 3.500 a.C.). Es probable, pues, que el asno acompañe a su “educador”, Homo sapiens, desde hace unos 7.000 años.

Además de aliviar al hombre en las duras tareas agrícolas, este sumiso amigo ha sido proficua fuente de enseñanza e inspiración para su cuidador. De entre todos los animales domésticos seguramente ninguno se parangona al asno en cuanto a versatilidad en su actitud, comportamiento, nota fama, imagen metafórica o simbología. Su figura se ha asociado desde antiguo a los más diversos símbolos. Así puede aparecer como emblema de humildad, paciencia y coraje; pero también se relaciona con la imagen pintoresca de animal ridículo y terco -estereotipo recurrente en las fábulas y en algunas paremias-; al mismo tiempo es quintaesencia de mansedumbre y docilidad, símbolo de sumisión a la autoridad y sus exigencias; o puede ser visto como prototipo de semental; de hecho algunas mitologías antiguas asocian la figura del jumento a la fertilidad y así se transfigura como uno de los miembros menores del panteón griego.

Decíamos que la domesticación del burro pudo haber acontecido hace unos unos miles años, durante los que el hombre ha vivido en estrecho contacto con él. Fíjense si habrá llovido desde entonces y hemos tenido tiempo de observar y constatar comportamientos que resultan aleccionantes, por decirlo de alguna manera. Ello sin entrar ahora en cuándo arriba exactamente al archipiélago este ungulado, pues antes del contacto directo existe un conocimiento ancestral como parte de ese acervo histórico precedente. Entre los dichos que tienen como sujeto instructivo al asno o lo implican de alguna manera -ya sean de ámbito local o pancanario-, tenemos un buen número de ejemplos de esa versatilidad de la que hablamos:

“Saber más que un burro viejo” (para referirse a la perspicacia y sagacidad); “al burro viejo no le pesa la albarda” (acostumbrarse a las condiciones adversas); “burro que canta no se deja avasallar” (para referir un espíritu indomable o rebelde); o una hipérbole para hacer notar que una cosa es compleja o muy intrincada, tanto como “matar un burro a pellizcones”; o la comparativa de igualdad simple que refiere la pérdida de libertad del varón cuando pasa por la vicaría: “hombre casado, burro amarrado”; o expresiones como esta del juego de la baraja que buscando la rima trata de señalar la infalibilidad de ciertos palos: “con rey y mala hasta el burro gana”; o la expresión: “¡qué burro se irá a morir!”, cuyo barrunto o vaticinio de muerte se expresa como un acontecer inesperado y agradable, recibir una grata sorpresa; o aquella otra que se dice de alguien cuando está muy enamorado o encelado: “está enamorado como un burro” (quizá en coherencia con la fama que tiene de este animal de estar en permanente celo); “¡qué sabrá el burro lo que son caramelos!” (ignorancia supina); “burro grande, ande o no ande” que prioriza el tamaño de las cosas; “el burro a(de)lante pa(ra) que no se espante”, que relaciona esta condición animal con la ausencia de ciertos modales de cortesía en la prioridad; “burro cargado encuentra camino” (instinto y agilidad).

Son algunos de los dichos y refranes que sugieren al jumento como sujeto paradigmático para referirse a variadas cualidades y situaciones. Ello constituye un buen ejemplo de la maestría demostrada a lo largo de cientos de años -o milenios- por nuestro cuadrúpedo amigo. Aunque a veces haya que reconocer que “es resabiado como una mula”.