Siempre habla quien tiene que le digan

Siempre habla quien tiene que le digan

Canarismos. Suplemento de Cultura de La Provincia/DLP. Luis Rivero 

Aunque en las islas se escuchan diversas versiones del mismo dicho [«siempre habla el que (más) tiene que le digan/o el que más tiene que callar», etc.], este es el que conocemos como más recurrente: «siempre habla quien tiene que le digan». Este refrán viene a recordar que casi siempre son las personas que más defectos tienen –o quienes menos virtudes poseen– las que más critican y suelen hablan mal de los otros, mostrándose muchas veces severas y despiadada en sus criticas. 

La expresión recurre al juego sinonímico de dos verbos: hablar/decir con significados en cierto modo disímiles. El primero, ‘hablar’, tiene el sentido de la locución verbal ‘hablar mal’ de alguien, criticar, chismorrear/chismiar o chismear («andar con cuentos» o chismes); mientras que ‘decir’ («tiene que le digan») toma el valor de referirse a un sujeto poco virtuoso, lleno de defectos, a veces peores de lo que él critica en otros, es decir, que tiene sobrados motivos para ser censurado, reprochado o regañado en su actitud y comportamiento; y por tanto, debería «callarse a la boca» en lugar de estar hablando de otros. 

Es copioso el número de aforismos presentes en el refranero canario que tiene como fuente del «modelo pedagógico»  adoctrinante las habladurías y las murmuraciones. Por citar algunos ejemplos, aquel que dice: «cuando el barranco suena es porque agua trae/o lleva», para significar que los rumores casi siempre tienen algo de fundamento; o «el que tenga una hija hembra, no dé voces a la lengua» que advierte de no criticar las faltas de otros a quien puede incurrir en las mismas; «de malas lenguas están los infiernos llenos» expresión aforística que se dice de la gente chismosa y que acostumbra a hablar de mal de los demás;  «el peje muere por la boca», frase que se usa cuando alguien que habla mucho se ve traicionado por sus propias palabras;  «lo que no va cantado, va rezado» que quiere decir que lo que no se dice en la cara a alguien es peor porque se dice por detrás; y así un largo etcétera de frases y aforismos. Casi todos ellos hacen referencia, advierten o censuran  los efectos devastadores o perversos que pueden llegar a tener las malas lenguas. Y en esta línea se sitúa el dicho aquí comentado: «Siempre habla quien tiene que le digan» que en última instancia viene precisar que la actitud crítica e intolerante frente a alguien o respecto a alguna cosa, suele dejar entrever o apuntar los mismos defectos criticados, o incluso peores, por parte de quien los critica. Lo que al final parece confirmar lo que sanciona aquella máxima evangélica que ha trascendido a la categoría de dicho: «el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra».