Pájaro copión no tiene gracia

Luis Rivero en Suplemento Cultura La Provincia/DLP sábado 23.02.2019

Se sabe cuan precisado puede ser en las islas un buen «casal» (o «casar») de pájaros canarios; cantarines mañaneros que en «los campos», otrora, eran sustituidor natural de despertadores, en ausencia del canto del gallo, y transmisores de armonía y regocijo en patios y otras dependencias del hogar. Criadores de canarios y ornitólogos discuten sobre si el canto del canario es innato o adquirido por aprendizaje a fuerza de escuchar e imitar. Seguramente algo de cierto habrá en ambas posturas aparentemente antagónicas. La neurociencia atribuye a las llamadas neuronas espejo gran parte de la responsabilidad en el aprendizaje en animales y seres humanos. Estas células cerebrales tienen un papel fundamental en el desarrollo de capacidades cognitivas relacionadas con la vida social, tales como la imitación. No en vano hay quienes apuntan a que las aves se valen del canto para cooperar entre ellas. En tal sentido, los pájaros manifiestan también comportamientos imitativos de resonancia, lo que parece evidenciar la existencia de algún sistema reflejo que podría identificarse con la presencia de neuronas espejo. Esto es lo que explicaría la habilidad de muchos pájaros de imitar, hasta asimilar como propio, el canto de otras razas o especies. Paradigmático resulta en este sentido el virtuosismo del sinsonte o del ruiseñor, como grandes políglotas imitadores del canto de otras especies. 

Según algunos criadores, cuando a un pájaro cantor se le cambia de jaula y se le mete junto individuos de otra raza o especie, tiende a imitar los nuevos sonidos de sus congéneres, pero al mismo tiempo –se dice– que «pierde la gracia» al olvidar el propio canto. De ahí el probable origen de esta frase aforística: «pájaro copión no tiene gracia». 

El dicho parece sancionar la falta de originalidad, recriminando –más allá del ámbito ornitológico– la actitud imitativa; a fin de cuentas, el plagio nunca ha estado bien visto socialmente.  

La tendencia natural a imitar como fundamento del mecanismo de aprendizaje (unido al de la repetición), por el automatismo de las neuronas espejo, se confirma a un nivel subliminal en la lengua con afirmaciones tales como: «los niños imitan lo que ven hacer a los mayores» que casi como una máxima apunta a la emulación como fundamento del aprendizaje. O acaso en la expresión popular, menos decorosa: «culo veo, culo quiero», que denota cuan tendencial puede resultar el hábito de la imitación que no tiene miramientos ni preferencias, y que no atiende a más razones que hacer lo que se ve hacer a otros. 

Más allá de esta tendencia instintual a la imitación que en un sentido primario se liga al aprendizaje, la emulación consciente o no se reprocha cuando entra en contradicción con la creatividad o la originalidad, cuando se menoscaba lo genuino. El sustantivo «copión» guarda una connotación claramente despectiva y se dice de la persona que copia o imita actitudes o conductas de otros o las obras o creaciones ajenas. Desde el chiquillo que a la exclamación de «¡copión!» reprocha al compañero de pupitre mientras le da la espalda para evitar que «copie» el diseño que ejecuta con originalidad, al cantamañanas que queriendo parecer original e innovador trata de sorprendernos con un plagio. En tales casos, trasladando la metáfora del pájaro que imita y hace propio el canto de sus congéneres, se concluye: «Pájaro copión no tiene gracia»