“¡Por los cojones!” ¿Obscenidad o juramento?


Luis Rivero 

El gesto del Cholo Simeone celebrando los goles de su equipo frente a la Juve ha provocado reacciones y es tachado por algunos de «obscenidad» o «provocación». Pero conviene saber algunas cosas, antes de juzgar…

En efecto, puede parecer una obscenidad pronunciada por el varón que en medio de bravuconadas y gestos más o menos groseros blasona apañándose sus partes con ostentación. La expresión, sin embargo, por paradójico que pueda parecer, obedece en su etiología una fórmula de juramento antiguo.   

En la Biblia esta fórmula de juramento habría quedado establecida desde los tiempos del patriarca Abraham. El libro del Génesis (24,1-9) da testimonio de ello tal como consta en un episodio memorable. Cuando el patriarca hizo jurar al más viejo de sus siervos, uno llamado Eliezer, que no tomaría mujer para esposar su hijo Isaac de entre las hijas de los cananeos. Para dar firmeza inquebrantable al juramento, el esclavo colocará las manos debajo de los genitales de su amo. El juramento así prestado lo convierte en un “contrato” inviolable, so pena de incurrirse en perjurio. Lo que acarrearía una maldición para el infractor y toda la familia y descendencia. En resumidas cuenta: que le podía caer un «paquete» que te cagas, si se me permite la expresión coloquial. 

Se dice que en el Derecho romano solo se reconocía la capacidad de declarar como testigo en un juicio a los varones. La forma de solemne juramento era el hacerlo por sus testículos, y así se los palpaban ante el tribunal. Vestigio de este rito pueden apreciarse todavía –como un guiño de su etimología– en el verbo «testificar», y en los sustantivos derivativos: testigo y testimonio. No parece casual que compartan la misma raíz con «testículo». Esta solemnidad ha llegado hasta nosotros de manera más o menos  desdibujada por el paso del tiempo, casi como un gesto impúdico, pero que conforma la porfía del hombre que promete mantener la palabra: “por cojones” , “por los cojones” o “por mis cojones”, que las tres fórmulas se escuchan todavía y en ocasiones se ritualizan con el gesto. 

Cierta historia papal apunta a la existencia de un rito similar en el nombramiento del papa de Roma. Antes de ser envestido, sentado el aspirante en la famosa sedia stercoria (que todavía se conserva en el Museo Vaticano), con un agujero preparado al efecto para que el maestro de ceremonias pudiese palpar los testículos del candidato y así constatar su masculinidad. Un joven diácono pronunciaba estas palabras: Duos habet et bene pendentes, esto es, ‘tiene dos y cuelgan bien’. Constatada la virilidad del aspirante, no existiría impedimento para ser nombrado papa. 

            De manera que, amigo lector, la próxima vez que escuche la expresión: «¡por los cojones!», por grosera que pueda parecer, no piense que se trata de un gesto banal de descaro u obscena indecencia. Así que no olvide recordar al macho que vocifera que lo que se jura hay que cumplirlo, y si no, las manos quietas en los bolsillos y calladito a la boca…».  Pero el Cholo, ayer, parece haberlo cumplido.