Lo que se ahorra, se lo lleva el diablo


Canarismos

Lo que se ahorra, se lo lleva el diablo


@LuisMgRivero Cultura La Provincia/DLP

Esta frase aforística que localizamos tanto en Canarias como en Cuba parece no hacer del ahorro una virtud, sino más bien todo lo contrario. Se advierte con ella de las pésimas consecuencias a las que puede llevar el economizar en exceso, lo que –implícitamente– desaconseja.

La locución parece recurrir a un juego de palabras atendiendo a dos de las acepciones del término ahorrar. ‘Ahorrar’ es en el común de los sentidos, en Canarias y en otros dominios del español, ‘economizar’, ‘hacer acopio o reservar una parte de lo ingresado o recogido’, ‘guardar dinero en prevención de necesidades futuras’. Pero también ‘ahorrar’ significa (en el español de Canarias y en algunos lugares de América), cuando se habla de animales de cría o ganado como bueyes, vacas, cabras, ovejas…, ‘malograrse’ o ‘perderse una cría’, y por extensión, ‘perderse los frutos’. Generalmente pronunciado ‘ajorrarse’, con aspirada.

Intuimos en el dicho la influencia de una visión judeocristiana del ahorro –al menos en su significado originario–. Visión omnipresente –y subliminal la mayoría de las veces– que parece diluir sus sedimentos en el pensamiento, imaginario, comportamientos culturales y en el mismo idiolecto a través de la lexicalización de expresiones aparentemente «neutras». La máxima parece beber remotamente de aquel pasaje del Éxodo en el que los israelitas hacen acopio del maná en el desierto. Por las mañanas, Moisés ordena a los suyos que recojan lo que necesiten para comer, pero también les advierte: «Que nadie guarde para mañana», pues el excedente almacenado acabaría siendo pasto de los gusanos.

Este «mito fundacional» (el Éxodo) representaría la travesía del desierto como la «transición» del nomadismo al sedentarismo (con todas sus implicaciones). Las tribus nómadas en su paso de la trashumancia a la vida sedentaria, a la radicación, supone no solo los primeros asentamientos urbanos, sino también el nacimiento de una economía agrícola en la que con el tiempo se «supera» la etapa de subsistencia para afianzarse en la economía de excedentes. Y con ello se propicia la acumulación, el «ahorro».

Esta impronta ideológica que parece perdurar a lo largo de los siglos puede apreciarse también en otros pasajes. En el libro de Ben Sira (11, 18-19) encontramos: «Hay quien se hace rico a fuerza de trabajar y ahorrar, y esta es la parte de su recompensa:  cuando dice: “Ahora ya puedo descansar y disfrutar de todos mis bienes”,  no sabe cuánto tiempo pasará, hasta que tenga que dejarlo todo a otros y muera».

Pero como antecedentes más inmediatos de la paremia comentada, podemos encontrar alguna referencia en esa especie de refranero popular de la época que es el Quijote:«–Él hace muy bien –dijo a esta sazón Sancho Panza–, porque lo que has de dar al mur, dalo al gato, y sacarte ha de cuidado» (Q, II-LVI). Este refrán se documenta por primera vez en la segunda mitad del siglo XV: «Lo que has de dar al mur [ratón], dalo al gato y quitarte ha de cuidado»que algún paremiólogo interpreta como el consejo de «no dejar de hacer los gastos útiles y necesarios cuya omisión pudiera ocasionar graves pérdidas». En definitiva advierte sobre la propensión a querer ahorrar hasta el exceso. En otras palabra: para que se lo coma el ratón, que se lo coma el gato y será de mejor provecho. En las islas podemos escuchar todavía: «para que se lo coman los gusanos, que lo disfruten los cristianos». Este dicho que puede tener un ámbito más amplio y comprensivo de otro tipo de «acumulaciones», se presenta a veces como una auténtica oda a la vida y al buen vivir.

Pero volviendo al dicho comentado. Este fundamenta su sustento ideológico/pedagógico en dos términos de sólito disociados en el refranero popular español. [A juzgar por el buen número de refranes que hacen loa del ahorro: «El que ahorra siempre tiene», «el ahorrar siempre fue bueno»,«pon y no quites y crecerá tu escondite»,«quien tuvo y ahorró, para la vejez guardó»]. Estos son: «ahorrar» y «diablo», recurso léxico que lo empaña decididamente de una fuerte influencia teológica. Y a propósito del «ahorro» y del «diablo» en relación con los dos textos citados: la Biblia y el Quijote, resulta no menos que sorprendente que en el Pentateuco bíblico (los cinco primeros libros del A.T.) se haga referencia al diablo en una sola ocasión, mientras que en la Torá hebraica (el original o precedente del Pentateuco) no se menciona ni una sola vez.          Paradójicamente el Quijote lo nombra –en sus distintas formas– hasta en 153 ocasiones. El hecho de que aparezca el vocablo «demonio» una vez en Deuteronomio 32 y ninguna en la versión hebrea, se explica por la filología por un «error» (no sabemos si voluntario o no). El término ‘satán’, en hebreo, significa ‘adversario’. Que indicaba una función que se asumía pro tempore por distintos individuos: la función del acusador, es decir, a la sazón, una suerte de ministerio fiscal que actuaba como antagonista. Nada tiene que ver, pues, con las supuestas entidades demoniacas «construidas» posteriormente por la teología.Y ello explica su continuo recurso en Cervantes como ejemplo de esta presencia ideológica –por decirlo de algún modo– en el habla de la época.

Respecto al «ahorro», el término apenas aparece en el A.T. y cuando lo hace viene asociado al sentido que hemos comentado al inicio. [Resulta curioso, sin embargo, que las veces que menciona el ahorro en el N.T. aparece casi siempre ligado al instituto de la caridad entre cristianos y al sostenimiento de la Iglesia primitiva por parte de sus seguidores].

En suma, que la expresión: «lo que se ahorra, se lo lleva el diablo» juega con una significación lexical: ‘malograrse un fruto o la cría de una animal’, y otra ideológica: que representa en el imaginario colectivo una especie de chivo expiatorio responsable de todos los males.  Junto con la expresión sinónima: «lo que se ahorra, no sirve» pretende señalar con exageración que el ahorro en exceso priva de lo principal que es poder instrumentalizar ese ahorro para su disfrute. O como reza esta suerte de acertijo que se localiza en Tenerife: «el ahorrador por ahorrar metió las vacas en un cerrillar, metió tres y sacó dos, ¡mira qué ganancia no sacó!».