Cada uno lleva su cruz

Canarismos.

Publicado en los suplementos de Cultura de La Provincia/DLP y El Día/La Opinión de Tenerife sábado 16 septiembre 2023

El que más y el que menos, en algún momento de su vida, le ha tocado cargar con un pesado fardo que no ha podido compartir con otros ni pedirles que lo ayudasen a arrastrar por él. Esto es —por así decirlo— ley de vida. El fardo y más específicamente, la cruz, son una metáfora de las penalidades y sufrimientos que pueden afligir al ser humano y que debemos soportar solos sin que nadie pueda padecerlas por nosotros. Este decir universal cuenta con distintas versiones tanto en castellano como en otras lenguas de su entorno cultural y su empleo es común en el habla de las islas. En la frase permea el significado del símbolo del cristianismo por excelencia, la cruz, que no por caso ha consolidado con el tiempo el sentido coloquial de ‘peso, carga o trabajo penoso’ («¡Qué cruz!»). La expresión proverbial traslada la imagen iconográfica de Jesús que camina solo hacia el calvario cargando una pesada cruz. La cruz, ya sea como emblema gráfico o como símbolo se ha implantado universalmente, en gran parte, gracias al influjo del cristianismo que lo asocia al sufrimiento y a la redención. Y en la paremia comentada parece tener un valor elemental que la identifica con la pasión y muerte de Cristo (y da el significado por antonomasia de la voz «pasión»). La observación no es baladí si se considera que la pasión de Cristo —en el ideario cristiano— está marcada por un fuerte componente de sufrimiento que experimenta mientras «carga su cruz» y la redención a través de la crucifixión. [De hecho, una de las acepciones de la voz «pasión» es ‘acción de padecer’; como mismo «calvario», otro término afín relacionado con este episodio, se emplea para referirse —coloquialmente— a una ‘sucesión de adversidades y calamidades por las que se puede atravesar en algún momento’]. Pero la soledad de Cristo arrastrando su cruz camino del calvario cuenta con un elemento excepcional del que se hacen eco los textos evangélicos que narran la pasión, esto es, la irrupción de aquel que las escrituras identifican como Simón el Cirineo que ayudó a Jesús a llevar la cruz. Un acto de «compasión» que da significado a esta voz: ‘sentimiento de pena, de ternura y de empatía ante un mal o sufrimiento ajeno’; términos estos: «pasión» y «compasión» que parecen compartir parentela gramatical y etimológica. 

Así, pues, «pasión» evoca en el imaginario la visión arquetípica de Jesús cargando con su pesada cruz camino del calvario. Este padecer en soledad parece tener una excepción en su origen: la mano del compasivo Cirineo que lo ayuda a cargar con su cruz por puro altruismo. Confrontando la narración de origen con la frase «cada uno lleva su cruz», casaría con el soporte semántico del primero de los significados (que se identifica con el sufrimiento de Cristo en soledad). Por el contexto en que se emplea habitualmente y la entonación que se imprime a la expresión, no contempla más posibilidades y, en este sentido, es intercambiable por la frase: «que cada palo aguante su vela» que parece sentenciar que cada cual debe soportar sus propias penas y lidiar con las dificultades que se le presentan sin esperar la ayuda de otro. Pero si bien es verdad que toda regla tiene su excepción (incluso la que afirma que «refrán viejo nunca miente») en la generalidad de los casos, el dicho «cada uno lleva su cruz» se emplea para confirmar lo difícil que resulta librarse de ciertas penalidades que nos afligen, pues en mayor o menor medida, todos pasamos por ellas, lo que parece excluir la intervención piadosa de un cirineo que nos ayude a aliviar el peso.

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