Dinero llama dinero

Esta máxima que parece tener un ámbito universal se inspira en un viejo aforismo latino que representa seguramente su origen más remoto: Nummus nummun parit (el dinero engendra dinero) o bien en este otro que dice pecunia pecuniae accedit libere que vienen a significar «el dinero va al dinero libremente». Como antecedentes más mediatos en la lengua castellana, Correas (1627) documenta varios registros con algunas variantes entre estos: «El dinero gana dinero»; «el dinero se va al dinero y el holgar al caballero»; o «vase el oro al tesoro». En su uso actual, da a entender que es el poder del dinero el que facilita aumentar su caudal a quien lo posee, ya que quien tiene los medios para emprender negocios e inversiones, ya sea dinero en efectivo o bienes, puede obtener más beneficios o lograr mediante tratos mejores condiciones que otros que no están en la misma situación. También se emplea con el significado que expresa que a una persona rica le resulta más fácil aumentar su riqueza que a un pobre llegar a ser rico. Todo ello da a entender que el dinero posee una especie de magnetismo mediante el cual, tras un golpe de fortuna  en la vida suelen sucederse otros.

El término «dinero» se puede referir tanto al dinero fiduciario en efectivo (moneda y papel moneda) como a los bienes patrimoniales (o bienes evaluables en dinero) y que en el ideario común se asocia al concepto de «riqueza». Mientras el verbo «llamar» (de llamada o reclamo) contiene el sentido figurado de atraer («el dinero atrae dinero»). Esta «fuerza de atracción» de la que parece estar rodeado el dinero, como concepto abstracto que podemos equiparar al estatus de rico o riqueza (o de alguien que «tiene muchos cuartos») guarda una similitud con lo que en algunas comunidades primitivas o en sociedades preindustriales se identifica como «magia simpática». La magia simpática o empática ha sido estudiada por la antropología (J. Frazer) y se han diferenciado dos tipos: la «magia homeopática» que opera en virtud del principio de que «lo semejante produce lo semejante» y la «magia por contagio» que se funda sobre el presupuesto de que «aquellos que han estado en contacto siguen influenciándose mutuamente aun cuando estén separados». Esta llamada magia simpática homeopática, proyectada en el ámbito de la cultura financiera, encuentra eco en el terreno de la metafísica como «ley de la atracción» de la que da cuenta la amplia literatura del género; mientras que el criterio que opera en la llamada magia por contagio se asimila a lo que en la moderna física cuántica, a nivel subatómico, se conoce como «entrelazamiento cuántico». Curiosidades al margen, es lo cierto que, «desde que el mundo es mundo», se repite que el dinero (la riqueza) fluye casi siempre hacia los bolsillos de quienes más tienen. Es un hecho que en la actualidad el 1% de la población acumula el 23% de las riquezas provocando una brecha social que hace que los ricos sean  cada vez más ricos y los pobres sean más pobres. Pero el refrán comentado no supone una exaltación de la plutocracia ni mucho menos, sino una visión pragmática que se aleja de los prejuicios y recelos  sobre el dinero y la riqueza que, infundidos en gran parte por la religión católica, han calado en lo profundo del sentir popular, como puede verse en dichos como este: «El dinero hace malo lo bueno», estigma sobre el dinero que viene neutralizado por aquel otro aforismo latino que dice: Pecuniam non olet («el dinero no apesta»), lo que quiere decir que el dinero no es malo ni buenos, sino que todo depende de cómo se obtenga y en qué se gaste.